Las claves del proceso esloveno

Estampas de la independencia de Eslovenia

La breve guerra de 1991 no era oportuna para nadie, por lo que la comunidad internacional logró un rápido alto al fuego y puso al mismo nivel a las autoridades eslovenas y yugoslavas

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Carlos González Villa

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Hay estampas que resumen momentos históricos. Diciembre de 1990: soldados con uniformes invernales posan con armas recién adquiridas, muy parecidas al norteamericano M-16 y a los 'armbrust' de diseño alemán. Frente a ellos, los ministros de Defensa e Interior y el primer ministro de la república (Lojze Peterle, actual eurodiputado del Grupo Popular), que afirma "oler" un Ejército esloveno. Quedaban pocos días para que se celebrara el referéndum de secesión, y en una campaña caracterizada por los gestos amables y las sonrisas se empezaba a utilizar la propaganda de guerra.

La escena indicaba que Eslovenia tenía amigos en el extranjero. En este caso, la ayuda consistió en material traído desde Singapur, con apoyo israelí y descargado en Italia. Las armas siguieron llegando en los meses siguientes. Equipos de comunicación Racal vendidos con autorización del Gobierno británico, armas antitanque alemanas llegadas a través de intermediarios radicados en Austria y equipamiento diverso (incluyendo fusiles AK-74, misiles tierra aire y armas cortas) suministrado por la búlgara Kintex; todo ello con pleno conocimiento de los servicios de inteligencia occidentales. Después de la independencia, Eslovenia se convirtió en un auténtico centro logístico para la llegada de las armas que nutrieron las guerras en Croacia y Bosnia-Herzegovina.

El 95% de los votos a favor de la independencia

Aquella estampa hablaba de un grupo dirigente dispuesto a llegar hasta el final. Pero esa forma de obrar requería cohesión. Nacionalistas y excomunistas colaboraron de manera estrecha, con una mayoría parlamentaria que el día de la proclamación de la independencia (25 de junio de 1991) alcanzó el 97%. Ello era una proyección del 95% de votos favorables a la independencia en el referéndum de diciembre de 1990, que contó con una participación del 90%.

La determinación eslovena fue rápidamente comprendida por el presidente serbio, Slobodan Milosevic. Pocas semanas después del referéndum, una delegación eslovena encabezada por el presidente esloveno, Milan Kucan, le planteó la decisión tomada por los electores. Milosevic asumió de buen grado la marcha de los eslovenos, y solo pidió a sus interlocutores que respetaran el derecho de todos los serbios (incluidos los de Croacia y Bosnia) a vivir juntos en un solo Estado. Jože Mencinger, miembro de aquella delegación, reconoció ante quien escribe estas líneas que aquellas condiciones eran satisfactorias para los eslovenos.

Pocos días antes del referéndum de secesión, en la campaña de gestos amables y sonrisas se empezó a utilizar una propaganda de guerra

Aquel episodio tuvo consecuencias muy tangibles. En junio de 1991, cuando los eslovenos tomaron los pasos fronterizos con Austria e Italia, el Gobierno federal envió un contingente limitado de policías y soldados. En Belgrado, los mandos del Ejército federal se impacientaban ante el estancamiento de la situación; algunos clamaron en público por una intervención masiva, ante la cual los eslovenos poco hubieran podido hacer. El ministro de Defensa federal, Veljko Kadijevic, hizo una propuesta formal a la presidencia colectiva de Yugoslavia para desplegar aviación, artillería y blindados. La propuesta fue declinada gracias al voto de Eslovenia y a los cuatro de los representantes directamente controlados por Milosevic. Esos mismos votos se utilizaron, a renglón seguido, para aprobar el repliegue de las fuerzas yugoslavas de Eslovenia, que llevaban días asediadas por la milicia de la pequeña república.

En contra del repliegue votó Croacia, que temía un ataque del Ejército federal tras la retirada de Eslovenia. Los temores se hicieron realidad desde el momento en que el Ejército empezó a defender, de manera cada vez más evidente, los territorios habitados por serbios. De una manera brutal, Croacia se convirtió el primer territorio en intentar imitar la 'vía eslovena'.

La breve guerra de junio-julio de 1991, que se saldó con poco más de 60 víctimas mortales, no era oportuna para nadie. Tampoco para los países europeos, algunos de los cuales, como Alemania Austria, habían mostrado sus simpatías hacia los eslovenos. En medio de las hostilidades, la troika de ministros de Exteriores de la Comunidad Europea consiguió un rápido alto al fuego. La independencia fue legitimada desde el momento en el que las autoridades eslovenas y yugoslavas (representantes estas de un Estado miembro de las Naciones Unidas) fueron puestas al mismo nivel en una negociación con mediación internacional. Los reconocimientos llegaron a final de año, coincidiendo con la desmembración de la Unión Soviética.