Dos miradas

Espinàs, 90

Celebra su cumpleaños con la mirada fresca que se proyecta en el mundo y que bebe de los manantiales, ocultos o visibles, claros o ignotos

Josep Maria Espinàs

Josep Maria Espinàs / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Hace unos años, en el Hotel Almadrava, de Roses, un espacio idílico donde ha escrito varios de sus libros, Josep M. Espinàs confesaba una conversación con su editora. Ella, Isabel Martí, solo le hacía una pregunta: «¿Es necesario?». Él la miraba, repasaba el original y muchas veces admitía que no, que no era necesario. Que lo que había escrito con entusiasmo quizá era inútil o le iba holgado, tal vez se podía suprimir.

En esta necesidad se esconde una buena parte de la filosofía literaria de Espinàs, de su poética. Y, por extensión, es una lección que muchos deberíamos tener presente. Solo tendríamos que escribir lo que es absolutamente necesario, lo que ayuda a crear un mundo sin despropósitos ni rodeos, sin la espuma de las burbujas de plástico que enmascaran (algunos creen que protegen) el interior. El regalo (es decir, el texto) sin protecciones, sin miedo a que se rompa.

Ser conciso y ajustado a la forma son las dos virtudes principales del Espinàs columnista. Como dijo hace tiempo Narcís-Jordi Aragó, otro eximio escritor de estos fragmentos, «cada columna exige, de hecho, un largo entrenamiento, un poso de lecturas, una búsqueda de temas, un proceso de maduración de ideas». Después, viene el estallido de la concisión y, en el caso de Espinàs, sobre todo, la continuidad, la regularidadCelebra los 90 años con la mirada fresca que se proyecta en el mundo y que bebe de los manantiales, ocultos o visibles, claros o ignotos, de este mundo.