NÓMADAS Y VIAJANTES

Espías en el 'relaxing' café con leche

RAMÓN LOBO

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No sé si entre las líneas de este texto habrá algún agente de la NSA investigando los verbos y sustantivos, que los adjetivos los pone el lector. Todo es posible, hasta que Mariano Rajoy, el rey del tancredismo, esté incluido en la lista de líderes mundiales espiados por EEUU. Es urgente tener detalles: ¿cuál ha sido la materia espiada: los silencios o las palabras? ¿Existen datos de sus relaxing cafés con Bárcenas? Antes de que se supiera que España se halla entre los países espiados, el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, proclamó que al Gobierno no le constaba espionaje alguno. Esa afirmación exculpatoria no fue consecuencia de una investigación del CNI. El ministro pertenece a un Ejecutivo al que tampoco le consta que hayan bajado los salarios.

Angela Merkel, la supercancillera europea, está enfadadísima con el Nobel de la Paz Barack Obama. No por las ejecuciones extrajudiciales desde drones en Yemen, Pakistán, Somalia y Afganistán ni por los vuelos secretos de la CIA en Europa organizados por su antecesor (Bush). Lo que más ha irritado a Merkel es que la NSA le espíe el teléfono móvil, su intimidad. La cancillera fue una de las líderes mundiales más comprensivas con las primeras noticias en abril sobre el espionaje masivo desvelado por Edward Snowden. Obama le dio entonces todo tipo de garantías que ahora, a tenor de las últimas revelaciones, suenan a broma. A la Comisión Europea le ha dado un súbito ataque de soberanía, lo mismo que a Francia, y exige explicaciones a la Casa Blanca. No hay que asustarse. Es parte del guion: mostrarse airados; solo para disimular.

Recapitulemos para tener perspectiva. Snowden suministró pruebas a los diarios The Guardian y The Washington Post de la existencia de un espionaje masivo iniciado tras los atentados del 11-S en el 2001. Desde primavera sabemos que este incluye conversaciones por teléfono, mensajes de texto y correos electrónicos de millones de ciudadanos estadounidenses y extranjeros.

Obama reconoció la escucha, pero enarboló enseguida la bandera de la seguridad. Se trataba, dijo, de un espionaje selectivo destinado a prevenir ataques terroristas,  que se realizaba bajo vigilancia judicial. Corrieron después los asesores y generales del presidente a apostillar que, gracias a ese espionaje, se habían evitado 10, 12, 20 atentados. Nunca hubo unanimidad en la cifra ni pruebas de que fuese verdad. Parado el primer impacto, EEUU optó por atacar al filtrador. Acusó a Snowden de traición y de poner en riesgo la vida de miles de personas, una técnica empleada en las revelaciones de Wikileaks y en el caso de los Papeles del Pentágono, publicados en 1971 por The New York Times.

Aceptemos que vivimos en un mundo peligroso repleto de terroristas que desean acabar con nuestro sistema de vida. Hay antecedentes para comprar ese discurso simplista: Nueva York, Washington, Bali, Madrid, Londres. Las imágenes de aquellas matanzas están impresas en el subconsciente colectivo y cuando alguien dice que debe espiarnos por nuestro bien aceptamos el precio. El problema empieza cuando nos enteramos de que las mismas agencias que salvan el mundo civilizado espiando conversaciones, espiaron también al Parlamento Europeo, a la UE, a la ONU y a países teóricamente amigos. ¿Es José Manuel Barroso un peligroso criminal? En Lampedusa, algunos así lo creen.

La reacción de la UE fue muy tibia. En la UE casi todo es tibio, menos cuando se habla de inmigración. Ni siquiera hubo una reacción común, una exigencia de explicaciones y de cambio de política. Las nuevas revelaciones sobre el teléfono de Merkel y de otros 34 líderes mundiales desnudan a los líderes europeos: duros con las Leonarda Dibrani, sumisos ante Washington.

Alemania es una potencia industrial. Posee empresas punteras en casi todos los sectores de la industria. Alemania, como el conjunto de la UE, es un formidable rival comercial para EEUU.

No sé qué se oye por el teléfono móvil de Merkel. Desconozco si habla con su marido sobre las ofertas en el súper del barrio o conversa con empresarios de su país sobre asuntos sensibles. Es plausible pensar que la información sobre la industria europea obtenida por la NSA acabe en manos de sus rivales estadounidenses para obtener ventajas comerciales. ¿Son estos los fundamentos del mundo que queremos defender? Espionaje, drones, ejecuciones sin juicio, explotación y saqueo de materias primas en el Tercer Mundo?

¿Y Al Qaeda y los terroristas que nos querían destruir? ¿Dónde queda la excusa? Lo ocurrido es solo una prueba más de que vivimos en un mundo circular de patrañas y propaganda en el que el primer deber del periodista es no creer jamás al poder, sea cual sea su forma y disfraz.

Marc, te seguimos echando de menos.