La rueda

Espiados somos todos

CARLES SANS

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La rapidez con que hoy en día se producen los acontecimientos hace que unas noticias desplacen a otras con la misma velocidad con que se olvidan. Hace unas semanas, en todos los medios informativos de España, y especialmente de Catalunya, no se hablaba ni se escribía de otra cosa que no fuera de los espionajes a los que una agencia de detectives había sometido a más de 15 políticos de este país. Durante algunos días la psicosis del espiado se extendió como un reguero de pólvora entre los círculos políticos, y quien más quien menos temía haber sido grabado por un florero o perseguido por algún detective de Método 3, que, a juzgar por la cantidad de expedientes sobre los que trabajó, debe de ser la madre de todas las agencias, porque no hay caso de interés periodístico en el que no apareciera su nombre. No solo políticos, tambiénPep Guardiola apareció en sus archivos; dicen que mandó espiar, fuera de las horas de trabajo, a algunos jugadores de su equipo para saber el grado de incontinencia parrandera que anidaba en cada uno.

Espiar, pues, se puso de moda e incomodó a muchos, tanto es así que el mismísimo ministro del Interior anunció hace pocos días que la policía vigilará a los que espían, es decir, que las agencias estarán obligadas a entregarles una memoria anual de sus actividades. Pero yo, seguramente como ustedes, ya me había olvidado de espionajes si no fuera porque una noticia me ha recordado que de ser espiado nadie se escapa: espían al pobre, al rico, al Rey e incluso al Papa. Y si no, miren como Scan Eye, un rastreador de descargas ilegales de internet, espiando la red del Vaticano descubrió que desde los ordenadores de intramuros se habían bajado algunos títulos pornográficos. No tiene importancia. Pero no se preocupen, porque, como es habitual, pronto lo olvidaremos y esas fantasías vaticanas no las recordará ni Dios.