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Espía espíame espí

RISTO MEJIDE

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Se espían. Y ahora nos escandalizamos, nos rasgamos los triquinis y hablamos del derecho a la intimidad y de un intolerable apocalipsis orwelliano.

Uy, que se espían. Y cualquiera que aterrizase hoy en este país y viese nuestra reacción, pensaría que estamos en un estado de derecho maduro y civilizado y que tanta indignación responde a la Teoría de las Ventanas Rotas de Wilson y Kelling: la idea de que movilizarse por los problemas más pequeños (reparar una ventana rota de un edificio abandonado) ayuda a evitar problemas mayores (el vandalismo o la ocupación de dicho edificio).

Pero no. Ese punto ya hace un rato que lo hemos pasado. Nuestra casta política ni es ni parece la más honrada del mundo, y su decadencia y reputación están como para fijarse en ventanitas rotas. Desde el fondo de la letrina de nuestra peor crisis institucional, con todo el edificio podrido hasta la azotea de tanta aluminosis y cuando todo político es presunto culpable hasta que se demuestre no imputado, de pronto nos comportamos como si fuésemos Finlandia.

Que se espíen, hombre. Déjales que se espíen. Es más, como consumidores, espectadores, votantes y contribuyentes, deberíamos exigir que se espiasen más, a todas horas y de todos los modos posibles. Que les instalen a todos un micrófono en el culo -o donde mejor les quepa- y que siempre haya alguien escuchando al otro lado. Igual acaban pagando justos por pecadores, sí. Pero es nuestro último recurso para asegurarnos de que su honradez no dependa del número de ojos puestos en el suyo.

Que se espíen, y que le den una subvención al que más espíe. Que sí, hombre, que un político al otro lado de las escuchas confirma lo que muchos ya empezábamos a dudar: que cuando les conviene, sí saben escuchar. Ahora sólo faltará que pongan el mismo interés en las ILPs que les llegan cada semana con millares de firmas que aún confían en el sistema. Pero vamos, por lo demás, que pongan intención y medios para escuchar, me parece la mejor noticia en lo que llevamos de legislatura.

Que espíen bien, y mientras sea entre ellos, que no miren con quién. ¿No quieren impulsar una Ley de Transparencia? ¿Luz y taquígrafos? Pues ahí lo tienen, el espionaje es lo más parecido a una wikisesión de control 24/7. Eso sí, que nos den acceso a una web -o una app para los más progres- en la que se pueda consultar TODO lo que estén diciendo o haciendo prácticamente en tiempo real. Vale, estamos dispuestos a obviar asuntos de seguridad nacional. Pero con toda la mierda que está saliendo día sí día también, e igual que hay colectivos que no disponen del derecho a huelga, ya tardamos en suspender el derecho a la intimidad de todos los representantes del pueblo mientras se encuentran en el ejercicio de su cargo.

Que se espíen, y que tampoco importe demasiado el contexto en el que lo hagan. Si resulta tan interesante oír lo que tienen que decirse fuera del Parlamento es porque han dejado de decírselo dentro de él. Cuando tengamos acceso a ambos discursos, -fuera y dentro, visitante y local- la integridad dejará de ser una opción, o peor, una quimera.

Que se espíen, hombre, que ya verán el buen uso que le daremos al material resultante. Tirar de prácticas mafiosas jamás fue lo más aconsejable para gestionar un país, pero al fin y al cabo si tiene que haber algún chantaje, prefiero que sea toda la sociedad la que extorsione a sus gobernantes, y no al revés, como está ocurriendo ahora.

Y para acabar, que se espíen, y ni se preocupen por si es legal, ni por supuestas violaciones de códigos deontológicos. Me van a decir ahora que pierden el sueño por cumplir la ley. Además, por lo poco que aprendí en clases de derecho, el legislador va siempre por detrás de la realidad social para la cual legisla. Y como acaba de demostrarnos un bombero de A Coruña, cuando el imperativo de la conciencia colectiva conlleva desobediencia a la autoridad e incluso a la ley, se está haciendo siempre lo correcto.

¿No será que el problema de toda esta historia está en el contenido de lo espiado? ¿No será que nos quieren escandalizar con la forma mucho antes de llegar a conocer su contenido? ¿Tenemos políticos a la altura de lo que nos quieren mostrar, o se quedan a la altura de lo que nos pretenden esconder? Y lo peor, ¿crees que el Debate sobre el Estado de la Nación habría sido igual de estéril si antes Rajoy y Rubalcaba hubiesen cenado juntitos en La Camarga?

Espíense más, señorías, hágannos el favor.

Espíense hasta que ya no valga la pena espiarse.

Quizás, para entonces, habremos empezado a creer.