La rueda

El españolismo cautivo

Ningún partido dinástico querrá perder opciones electorales mostrando una actitud dialogante con el catalanismo político

ENRIC MARÍN

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La partida de ajedrez que juegan el soberanismo y los poderes de Estado se hizo visible con la multitudinaria manifestación del 2010. El lema som una nació, tenim dret a decidir resumía un estado anímico colectivo y anunciaba el fin del autonomismo. Fue una decantación incubada durante años, pero reactiva, como respuesta a la beligerancia del PP contra el Estatut, rubricada con la sentencia del TC. Desde el punto de vista de los dirigentes populares, todo respondía a un cálculo puramente instrumental en la lucha por el poder. Se trataba de erosionar la posición de Zapatero jugando la carta siempre segura del anticatalanismo. Y funcionó. Pero después de cuatro años de gobierno de Rajoy, los diputados independentistas ya forman una sólida mayoría parlamentaria en Catalunya. Cualquier observador neutro, pero informado, ya hace mucho tiempo que habría podido sugerir que no se podía aplazar más el momento de entrar en acción la política...

Ahora volvemos a estar en periodo electoral y ningún partido dinástico querrá perder opciones electorales mostrando una actitud dialogante con el catalanismo político. Por el contrario, el PP y C's compiten para mostrar intransigencia. Impostando amenazas o recurriendo al lenguaje tabernario del estilo de «España no se toca». Y siempre con un PSOE haciendo un seguidismo imperceptiblemente crítico.

Como es lógico, a lo largo de estos años el soberanismo ha cometido errores. Muchos y de todo tipo. De análisis, de cálculo de fuerzas, de ritmo, de movimientos tácticos... Pero hay dos constantes que ayudan a explicar el robusto crecimiento del independentismo: la ya crónica sedimentación de la catalanofobia y los colosales errores de apreciación del sistema político y mediático español. Comienza a hacerse muy evidente que, con respecto a Catalunya, la política española ya es cautiva de sí misma.