El espacio crucial, en juego

El abrazo con la derecha de ERC no le ha pasado factura, pero si persiste, pronto se la pasará, en beneficio de la CUP y los 'comuns'

Oriol Junqueras.

Oriol Junqueras.

XAVIER BRU DE SALA

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Tras el tsunami que ha cambiado el mapa político catalán, tan bien descrito por J. B. Culla en el libro homónimo, quedan pocos interrogantes partidistas por resolver. A la izquierda, solo falta calibrar la medida del fracaso de los 'comuns' a la hora de ocupar el espacio que en otros tiempos señoreaban los socialistas. La pinza unionista formada por una parte de la antigua Iniciativa y el nuevo Podemos ha zancadilleado a Ada Colau como futura sucesora de Maragall en la otra orilla de la plaza Sant Jaume. Certificado el sucursalismo del PSC, existen dudas sobre un Govern soberanista y de izquierdas. Aun así, es posible que una alianza de ERC, 'comuns' y CUP tenga tantas posibilidades de alcanzar los 68 escaños, o tan pocas como la repetición de la suma ERC, PDECat y CUP.

Son legión quienes, como el mismo Culla, parten de la consideración subyacente, heredada de Pujol, según la cual el PDECat debe de estar siempre en el Gobierno. Grave error. ERC se ha convertido, de facto y sin rival, en el primer partido de Catalunya gracias a su apuesta por los tripartitos. De este modo evidenció el fracaso de la reforma territorial, partió el PSC por la mitad y al final recogió los frutos del tsunami provocado. Tanto es así que el abrazo entre ERC y CDC en Junts Pel Sí se produjo después de que CDC fuera obligada por el éxito de las tesis de ERC a instalarse en su feudo independentista. Este abrazo con la derecha no ha pasado factura a los republicanos, pero si persiste, pronto se la pasará, en beneficio de la CUP y de los 'comuns'.

Esto último se podría discutir si el PDECat no hubiera nacido contaminado. Se podría discutir si el nuevo partido no tuviera que purgar unas culpas que no son suyas, pero que Artur Mas le ha traspasado desde CDC. Se podría discutir si Mas tuviera la entereza moral de admitir esta mancha, pedir disculpas y retirarse para facilitar el tránsito a un país nuevo y limpio, o cuando menos a una opción nueva y limpia. Pero no es así. El factor Mas, sumado a la irrupción de los ''trumpets a la catalana', también llamados 'neocons nostrats', y dejaciones no menores como la no suspensión inmediata de militancia de indeseables como Mark Serra, primer vampiro diurno del Raval, van por el camino de arruinar las buenas expectativas iniciales de Marta Pascal y los suyos.

LOS VOTANTES MODERADOS

Aun así, ni aunque Mas bajara del burro, el nuevo partido se instalara en la honestidad intelectual y política y Vicent Sanchis obrara el milagro de frenar la irrupción de los 'trumpets' en TV-3, el PDECat tendría un problema de primera magnitud, que no proviene precisamente del electorado que se disputaba con ERC sino de sus votantes moderados.

Hay aquí un pastel electoral y político nada despreciable que se disputan más de cuatro proyectos embrionarios. Un espacio decisivo que, si cuajara, salvaría el paso a la historia de Duran Lleida. El gran reto de Marta Pascal es convencer a estos electores de que se queden, algo que no se puede hacer sin señalar, desde ahora mismo, un líder nuevo, versátil y con proyección. ¿A qué espera, si el único que responde a este perfil se llama Santi Vila?