Peccata minuta

Eso de la cultura

El mérito máximo de la cultura, más allá de coleccionar en nuestra memoria frases, compases, y escenas casi vividas, es su capacidad para crear criterio

Lluis Pasqual (centro), director del Lliure, durante la manifestación del jueves en Barcelona, junto a Alberto Guijarro (izquierda), director del Primavera Sound, y el actor Manel Barceló (derecha).

Lluis Pasqual (centro), director del Lliure, durante la manifestación del jueves en Barcelona, junto a Alberto Guijarro (izquierda), director del Primavera Sound, y el actor Manel Barceló (derecha). / periodico

JOAN OLLÉ

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Mi querido colega <b>Carles Sans </b>escribió en este diario sobre la burla que representa para los que nos dedicamos a eso de la cultura tener que compartir nuevo y flamante ministerio con nuestros amigos deportistas y que todos lo aceptemos como lo más natural del mundo. No negaré que prefiero, y mucho, ver un gran partido del Barça o de otro inspirado equipo a una función de teatro sin pies ni cabeza; en los pies y la cabeza de Messi o Iniesta puede caber tanta armonía como en Mozart o Baryshnikov, pero sobre el césped no queda nada para el mañana, para interpretar la vida.

Un libro, una película, un cuadro nos pueden marcar para siempre y hacernos vivir muchas más vidas que la estrictamente nuestra. Sí, somos Madame Bovary y Hamlet y hemos luchado contra molinos de viento y viajado con Kane hacia una pequeña patria llamada Rosebud. Pero, a mi parecer, el mérito máximo de la cultura, más allá de coleccionar en nuestra memoria frases, compases, y escenas casi vividas, es su capacidad para crear criterio, es decir, para poder decidir por nosotros mismos qué revistas leer o no leer, qué radios y televisiones escuchar y ver o no escuchar ni ver, e incluso a quién votar.

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN PÚBLICOS

Es muy lógico que el PP, visto que millones y millones de personas están encantadas de optar por un partido sacudido por la corrupción y las malas maneras, no tenga el mínimo interés en llenar sus televisiones y radios públicas de contenidos de reflexión sobre la realidad. (¡Ojo!, no digo que los peperos sean víctimas o defensores de la incultura, pero tampoco acérrimos partidarios de la Enciclopedia). Y lo mismo sucede, con distinto signo, en la actual Catalunya: propaganda, ji,ji,ji y Barça a partes iguales. Los medios públicos han sido uno de los grandes fracasos de nuestra democracia, ya que no han sabido invitar al público a aspirar a un listón más alto que la mediocridad que ofrecen ellos mismos o la bazofia de algunas cadenas privadas de enorme audiencia. Mil moscas no pueden equivocarse.

Si mañana cerrasen todos los teatros y cines de España porque se decidiera elevar el IVA del 21% al 50%, no creo que nadie saliese a la calle a defender la cultura como bien público. Parece ser que esto ya sólo interesa a los del gremio, para tener más clientela; sólo en los Goya o los Gaudí, vestidos de alta costura, protestan los afectados.

LAS NECESIDADES MÁS APREMIANTES

El gran argumento que usan los malos gobiernos para defenderse de su escasa o nula atención a la cultura es que nuestra sociedad tiene necesidades mucho más apremiantes que Lorca o Heiddeger. Lo realmente curioso es que son estos mismos gobiernos los que tienen en sus hospitales listas de espera finiseculares y, en barracones, las cotas más altas de fracaso escolar de la UE.