Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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Ese cabrón que es tan buen padre

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La primera denuncia la puso un médico. Porque Itziar no se había atrevido a denunciar. El procedimiento se archivó. La segunda denuncia llegaba de un informe emitido por un segundo médico diferente. El fiscal la respaldó. Pero la jueza rechazó la petición porque no apreció «situación objetiva de riesgo».  

El pasado martes el exmarido de Itziar asesinó a sus dos hijas, en Castellón.

Veintisiete niños han sido asesinados por sus padres en cinco años. En casi todos los casos, había habido denuncias previas. En muchos de ellos, como el de Itziar, los jueces le negaron la razón a la madre.

Y esa es la punta del iceberg. Esos son los casos en los que los niños mueren. Nada sabemos, ni leemos, sobre todos esos niños y niñas que no mueren, pero a los que sus padres utilizan como peones de juegos para hacer daño a la madre.

Padres cuyo objetivo es mantener el orden establecido por una cultura machista, padres que necesitan controlar a «sus» mujeres, que no entienden que ni son suyas, ni nadie es de nadie. Padres que nadie cuestiona, porque las mujeres son siempre malas. Y unas locas que solo quieren sacarles dinero.

Alfonso quiere cambiar el fin de semana que le corresponde tener a su hija. Planea una escapada de placer con su nueva mujer. Así que le propone a su ex que cambien turnos. Se inventa una gran fiesta en casa de las primas paternas de su hija en ese fin de semana. Y envía a su ex 10 'emails', 10, en cinco horas. Le dice a Marian que a su hija no se le ocurre pedírselo ella misma porque «tiene miedo a su madre». Asegura que la madre «crea ansiedad a su hija». Marian es lista, así que llama a su excuñada, y descubre que, como ella ya barruntaba, no hay planeada fiesta ninguna. Que él la está presionando tanto porque los vuelos se encarecen a cada hora. Así que no cambia fines de semana.

Nada sabemos, ni leemos sobre
todos esos niños y niñas que no 
mueren, pero que son utilizados 
como peones para dañar a la madre

La pareja tiene custodia compartida. Cuando llega el cumpleaños de la madre es, precisamente, el día en que se cambian turnos. Pero el padre dice que la niña está muy enferma y que no se puede mover de su casa. Casualmente esa misma tarde varias amigas de la madre ven a la niña en el parque, sanísima. El padre se ha inventado todo para boicotear el cumpleaños. La madre entonces le pide un certificado médico. De nuevo 10 'emails' en dos horas: «La niña se queda conmigo, su padre, porque lo digo yo».

La madre demanda por incumplimiento de convenio. Pero por supuesto los juzgados están saturados y, con tantas denuncias como hay, una denuncia que no implica violencia, ni amenazas, sino un simple incumplimiento de convenio, se pierde en el limbo judicial.

Al poco tiempo un educador del colegio le dice a la madre que «la gente debe llevarse bien y que ella debe poner de su parte».

Porque las mujeres son siempre malas y perversas y unas locas que solo quieren sacar dinero.

El perverso narcisista es alguien que utiliza el vínculo familiar para someter al otro. Porque para poder controlar y devastar a alguien es necesario que exista un vínculo indestructible, eterno… y ¿qué mejor vínculo que un hijo?

El perverso narcisista es alguien que no soporta sus propios conflictos internos. Así que los proyecta sobre el otro, como si el otro fuera una pantalla. Es Alfonso el que crea ansiedad a su hija, es a Alfonso al que la niña teme, por eso él acusa a Marian. De hecho, la palabra perversión proviene del latín 'per vetare', un término que significa invertir, cambiar el sentido.

Pero un perverso narcisista puede ser un auténtico encantador de serpientes. No siente ansiedad, es frío. (Aunque de puertas para fuera sea cariñoso). Por eso, como Marian es la que sufre, la que llora, la que se enfada, el educador del colegio (un colegio de Sevilla que se las da de progresista, para colmo) piensa que Marian es la desquiciada.

Un perverso narcisista no recurre a la violencia física. Usa la manipulación sutil, la mentira, el chantaje sentimental. La violencia psicológica, implacable. Sus hijos y sus exmujeres son todos esos niños y niñas, todas esas exmujeres que no vemos en las noticias, pero que si tienen suerte y dinero acaban en la consulta del psicólogo. Y si no, si no consiguen ayuda profesional a tiempo, acaban consumiendo drogas, alcohol, cortándose o repitiendo el ciclo de maltrato: ellas acaban con otro perverso como su padre, ellos maltratan a otra mujer débil como la madre.

Así que la próxima vez que tengas la tentación de decirle a una madre que haga todo lo posible por llevarse bien con el padre de sus hijos, que «ponga de su parte»… recuerda, por favor, este artículo.