AL CONTRATAQUE

Los escritores y la revolución

Si los políticos intentasen utilizar un poco la imaginación, tal vez lograrían ponerse en la piel del otro. La imaginación al poder, por favor. Aunque sólo sea durante un rato

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MILENA BUSQUETS

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Resulta muy difícil en estos momentos para cualquiera que viva en Catalunya, escribir y pensar en otra cosa que no sea la situación política.

Cuando la vida pública se acelera, la vida privada se detiene. La democracia y la paz son un lujo tan valioso porque, entre otras cosas, permiten a los individuos centrarse en sus vidas cotidianas: intentar ser felices y no estar solos, producir algo que tal vez ayude a alguien o que perdure en el tiempo, enamorarse. Y también: hacer la compra sin olvidarse de la mitad de las cosas, vestir a nuestros hijos acordes con el clima, jugar con el perro de los vecinos.

Pero desde la semana pasada, en Catalunya, toda la vida y todo el oxígeno están en la calle y a algunos nos está empezando a costar respirar.

Estos días, he visto a muchos de mis colegas escritores vagando mental y físicamente de un lado a otro de la ciudad, recorrer las calles de Barcelona como mendigos, sin saber qué hacer.

Los escritores somos animales emocionales y volubles, toda nuestra inteligencia se vuelca en la intuición, en las sensaciones, en lo que no se ve.

Seguramente los escritores seamos los peores periodistas del mundo. Si vamos a las puertas de un colegio electoral en el que se está esperando que llegue en cualquier momento la Guardia Civil, por ejemplo, sólo nos podemos fijar en el chico delgaducho y con rizos morenos que está solo al final de la calle y que tiene que dar la señal de que ya se acercan. Y como no sabemos qué hacer por él y nos parece un poco desvalido y preocupado, cuando pasamos por su lado le regalamos todo lo que llevamos encima, en este caso un paquete de chicles de menta. Y lo mismo nos ocurre cuando vemos a los guardias civiles sitiados en sus hoteles.

Meterse en la piel del otro

Considero que la imaginación es la mayor de las virtudes (no sólo para los escritores, para todo el mundo) porque es una cualidad que actúa sobre todo: sobre la cabeza, sobre el corazón y sobre la inteligencia. La imaginación es la capacidad de meterse en la piel del otro, de entender. De ir a tomar copas con unos amigos y de darse cuenta de que uno de ellos está un poco raro. Entonces, al llegar a casa, coges el teléfono y aun arriesgándote a hacer el ridículo (pero ¿a quién le importa hacer el ridículo pasados los 14 años?) le llamas para preguntar cómo está, para asegurarte de que todo esté en orden.

Ya sé que dicen que no se puede pactar y que tampoco se puede hablar porque todos consideran que sus adversarios son el diablo en persona, pero si los políticos intentasen utilizar un poco la imaginación, tal vez lograrían ponerse en la piel del otro.

La imaginación al poder, por favor. Aunque sólo sea durante un rato.