Al contrataque

Escenas adicionales

En unas elecciones generales ampliar el plazo de votación en dos semanas daría resultados muy interesantes

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Me pareció una innovación atractiva que en la consulta del 9-N el periodo de votación estuviera abierto durante 15 días más. Al fin y al cabo, ¿por qué hay que jugarse el futuro a una sola jornada como si fuera el 1-X-2 de las quinielas? Una de las muchas diferencias entre el cine de los estudios de Hollywood y el nuestro es que sus películas tienen presupuestado rodar, si hace falta, escenas adicionales. Una vez el rodaje ha concluido, si el director descubre en el montaje que hay secuencias que no funcionan, puede usar su comodín y volver a convocar a todos, actores y técnicos, para rodar de nuevo pick-up shots. Es una segunda oportunidad maravillosa (y muy cara, un lujo) de la que ningún director europeo disfruta y que cambia por completo las reglas del juego, porque permite rectificar, algo inusual en el cine, una industria de prototipos en que apuestas todo a una carta sin posibilidad de marcha atrás.

De modo similar, en unas elecciones generales ampliar el plazo de votación en dos semanas daría resultados muy interesantes. Muchos indecisos, escépticos o simplemente despistados esperarían a ese primer recuento para correr a las urnas y modificar con su voto el desenlace de los comicios.

La vida debería darnos segundas oportunidades cuando lo creyéramos todo perdido, porque yo soy de esas personas que tiene las mejores ideas en la escalera, casi en el portal. Entonces se me ocurre la respuesta graciosa a ese comentario socarrón que me hicieron arriba y ante el que me quedé en blanco. Es una de las razones por las que disfruto de las series americanas, en especial las de Aaron Sorkin, aunque, a decir verdad, si las personas en la vida real nos dijéramos la mitad de cosas ingeniosas e impertinentes que se dicen los personajes en la pantalla, no ganaríamos para sobresaltos.

Sentido del equilibrio

En la serie que es la política española últimamente asistimos constantemente a escenas que, si no son adicionales, sí son inesperadas. La declaración de la familia Pujol ante el juez, los ingresos no declarados de Juan Carlos Monedero, las tarjetas black, el hermano de Tania Sánchez y sus contratos... Curiosamente lo que falta en esta serie es sentido del equilibrio y los creadores dedican igual tiempo a Bárcenas que a Monedero o a Sánchez, igualando en apariencia la gravedad de sus conductas. Este diseño de la temporada anima mucho a los de derechas y desanima al pobre votante-espectador de izquierdas que cuando creía haber renovado su confianza en la política, la ve desinflarse. Sin embargo, somos ya espectadores avezados y no debemos dejarnos torear por esos magos de la narratología que son los directores de comunicación política. En definitiva, Aaron Sorkin no hace daño a nadie si su serie fracasa. Los que gobiernan sí.