ANÁLISIS

Un error no forzado

En la cúpula que administra el patrimonio del 1-O hay más pureza que talento, de ahí surge Torra

Quim Torra

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Albert Sáez

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Los especialistas en tenis distinguen en los jugadores dos formas de perder un punto. Cuando el adversario lanza un revés cruzado en la cruceta de la línea de fondo, hablan de un error forzado. Resulta casi imposible responder una bola tan ajustada. Cuando el adversario lanza una bola mansa por el centro de la red y se pierde el punto hablan de un error no forzado. El independentismo vive desde septiembre del 2015 en un match ball perpetuo. En ocasiones por errores forzados pero en demasiadas ocasiones por errores no forzados. Declarar aquellas elecciones como plebiscitarias fue una de ellas y no interpretar el fracaso de esa estrategia en el resultado fue un error aún mayúsculo. Se puede entender que la causa independenista no ceje en su empeño. Lo hemos dicho en múltiples ocasiones. No suman lo suficiente para ganar pero suman demasiado para perder por goleada. El episodio de la designación de Quim Torra como presidente "provisional" de la Generalitat resume en buena medida la dinámica en la que ha entrado el independentismo tras el agitado otoño del 2017 y la subsidiación del tema catalán a los jueces por parte del Gobierno español y de una gran parte de la opinión publicada.

El problema de Quim Torra no es, como han escrito muchos que no le conocían hasta el jueves, que sea un radical, un activista y un expresidente de Òmnium. El problema es que es un esencialista, un intransigente y un exmiembro de Reagrupament. En esa escisión de Esquerra se agruparon los que no entendieron en su momento la gran jugada de Carod y Puigcercós que fue presentarse con un programa independentista alejado de las algarabías de los años 30 y del nacionalismo conservador que estaba en el core de CiU. Su líder Carretero tuvo que llegar a una conselleria y montar un numerito con la bandera española como ahora lo hará Torras con el lazo amarillo. Es el clásico "pit i collons" de Estat Català en los años 30 que confunde la prudencia con la traición y que prefiere la cárcel a la persuasión a largo plazo. Han puesto a uno de los personajes que más ha restado al independentismo en la redes, justo en el momento en que más necesitan sumar y empezaban a hacerlo según la encuesta del CEO.

Con todo, el problema de Torra no son sus tuits sino lo que piensa y lo que representa. No quiere hacer un país "nou" sino otro Estado exactamente igual que el español que tanto critica: incapaz de reconocer su pluralidad interna, constreñido por unas élites impenetrables y basado en una lengua y una identidad unívocas. A Torra, le gusta tanto la Catalunya de principios del siglo XX que no quiere levantar la cabeza y mirar cómo es la del XXI. ¿Y por qué han elegido a Torra? Pues simplemente porque la estrategia de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría de "descabezar" al independentismo ejecutada con desigual pericia por el juez Llarena les ha obligado a elegir entre los disponibles. Y en la cúpula que gestiona ahora el patrimonio simbólico del 1-O hay más pureza que talento. Porque, en realidad, en donde le hubiera gustado militar a Torra es en Nosaltres sols, la escisión aún más auténtica de Estat Català.