Una visión panorámica de los conflictos regionales

La era de la Gran Frontera

Se está configurando la externalización de la autoridad en los espacios limítrofes del mundo global

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FRANCISCO VEIGA

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El año pasado por estas fechas, las redes sociales ardían en torno a las noticias que llegaban de la guerra en Ucrania. Ahora se centran en el primer aniversario del Estado Islámico y la polémica en torno al destino de Grecia. La tendencia habitual de la prensa suele ser acotar la información por países o regiones, conflicto a conflicto. Sin embargo, de vez en cuando resulta muy útil dejar la lupa a un lado y echar un vistazo más panorámico, para que los árboles no nos impidan ver el bosque. Porque en realidad, los sujetos informativos aludidos cuelgan de una misma lógica interpretativa.

Desde hace algunos años, en diversas universidades se vienen debatiendo las similitudes entre México con respecto a Estados Unidos, frente a Turquía en relación a la Unión Europea. Unos 12 millones de mexicanos viven en Estados Unidos, mientras que cuatro millones de turcos residen en la UE: las comparaciones se centran en asuntos como el comercio pero, sobre todo, la emigración; y relacionado con ello, el papel que juegan esos dos países con respecto a las superpotencias económicas con las que lindan. Sin embargo, lo cierto es que las distantes fronteras de México y Turquía parecen estar uniéndose realmente en una sola línea, la Gran Frontera. El límite entre EEUU y México ha sido hasta ahora la 'frontera' por antonomasia.

Más de 3.000 kilómetros de vallas altamente vigiladas, que tiene el récord mundial absoluto de cruces legales e ilegales. Pero es algo más que eso: mirando hacia el sur, el impacto de la frontera abarca todo México, así como América Central. Genera todo un entramado de maquiladoras y economía de frontera, exportaciones de hidrocarburos, tráficos ilícitos y migración ilegal. La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA) en plena eclosión de la globalización neoliberal (1994) reorganizó parte de ese entramado económico, aunque manteniendo el déficit de las exportaciones mexicanas a favor del vecino del norte y el estricto control de la inmigración.

Un sólido bloque de países occidentales

Veintitantos años más tarde, Europa y EEUU negocian el Tratado de Comercio e Inversiones, el conocido TTIP, destinado a crear un enorme y sólido bloque de países occidentales. De ahí las llamadas de Obama interesado por saber si Grecia va a estar dentro o no, justo cuando se cierran a buen ritmo pero discretamente, los distintos acuerdos. Al mismo tiempo, la Gran Frontera se extiende. Primero por los límites meridionales de Europa: la amplia barrera líquida del Mediterráneo, que llega hasta el Sahel y más allá. Energía, inmigrantes, drogas: la demanda inelástica de una serie de productos clásicos en el crecimiento del sistema capitalista; un entramado parecido al que se encuentra al sur de la frontera EEUU-México.

La Gran Frontera continúa por Oriente Medio y Asia Menor, donde Israel y Turquía poseen un papel relevante, como enclaves y puestos avanzados. Y concluye al este con Ucrania, Bielorrusia y los Países Bálticos. Este es un tramo ahora en construcción en el cual lo de menos es, por el momento, el trazado preciso del muro y las alambradas. De hecho, la verdadera frontera la constituyen países o grupos de países; constelaciones de estados limítrofes, a menudo pequeños o fragmentados, que no puedan crear problemas a los poderosos vecinos unificados y sin fisuras. Por ello la acelerada fragmentación de Siria, Irak o Libia, o los problemas de Egipto en el Sinaí, son síntomas de que el nuevo tramo de 'está cobrando forma.

El peso político y económico de los oligarcas ucranianos, algunos de los cuales han pagado sus unidades paramilitares que no solo se dedican a hacer la guerra, es otro indicio. De la misma manera que lo son los vigilantes estadounidenses en la fronteras con México, o los colonos israelís armados, en los territorios palestinos. En la ' y oportunidad de promoción social a la brava. Y es que el resultado final debería ser un espacio limítrofe incluso para la autoridad de los correspondientes estados: mercados de economía informal; territorios-puerta, identidades tangenciales. El conflicto histórico, diplomático o militar da paso a la permanente tensión derivada de los tráficos ilegales y la violencia que se deriva de ellos, la competencia entre grupos mafiosos. Una violencia crónica, pero controlable porque no implica peligro de guerras e interrupción del comercio y los negocios. Es, en cierta forma, la externalización de la autoridad del Estado en sus mismos confines; lo cual a su vez nos devuelve al imperialismo clásico de finales del XIX. Y, por supuesto, este modelo pone de manifiesto que esta nueva guerra fría que nos anuncian es pura formulación nostálgica, cuando no niebla artificial.