Dos miradas

Epístola a PF

Admirado maestro Fabra, nos tienen ocupados, y el 155, que es cifra y condena, también se quiere cargar lo que usted construyó

Pompeu Fabra.

Pompeu Fabra. / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Estimado y dilecto, admirado maestro Fabra, tal día como este martes, del mil ochocientos sesenta y ocho, usted nació en Gràcia. Era un 20 de febrero. Desde entonces, han pasado ciento cincuenta. Debe saber, primero, que le han cambiado el nombre, bueno, más bien el género. Hay muchos que en femenino le nombran ahora, porque es con nombre de chica que le conoce la juventud. Los universitarios van a estudiar a la Fabra y también a la Pompeu. Las cosas van como van y ahora usted es doncella. Casas, Ramón, le pintó así: los labios finos y la nariz más bien aguileña, y también hay una foto de cuando estaba en Bilbao, con camisa de cuello francés y pajarita, que le da ciertamente un aire femenino. Pero vamos al grano, que me queda poco espacio. Las cosas van como van y ahora van mal.

Nos tienen ocupados, y el 155, que es cifra y condena, también se quiere cargar lo que usted construyó. "Mi lengua enferma", como dice el amigo poeta, que va perdiendo el aliento a base de golpes, decretos y porrazos. Una "patria mía", exangüe y débil, que suerte tuvo de su talante inglés y del rigor mental del ingeniero. Como dijo Josep Pla, "de una manera explícita" usted consiguió "la finalidad pública" de legarnos no un instrumento humilde sino un monumento, que ahora se está resquebrajando. Continuar durando es perdurar, lo haremos, y transmitiremos el legado a pesar de tormentas y adversidades. Lo intentaremos, al menos, que las fuerzas son pocas y es muy negra, la noche.