Termómetro emocional

Para pedir la agenda de un exsecretario del Govern no se precisaba el numerito de enviar a la policía

Agentes de la Guardia Civil, a su llegada al Palau de la Generalitat, este jueves, 20 de julio.

Agentes de la Guardia Civil, a su llegada al Palau de la Generalitat, este jueves, 20 de julio. / periodico

Xavier Bru de Sala

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Habría costado muy poco enviar un requerimiento judicial para solicitar la información, pero según se ve estamos en fase de tiento y cálculo del impacto emocional de las decisiones que afectan a los símbolos. Da igual que Gordó hubiera dejado de tener cargo y despacho en la plaza Sant Jaume hace años.

Hasta donde llega una modesta capacidad cartesiana de razonamiento, cuando el juez envía sin previo aviso un cuerpo policial a ampararse de posibles pruebas de un delito, es porque teme que, si las solicita, sean ocultadas o destruidas. Por ello, para evitar obstrucciones, la policía irrumpe, ordena que nadie toque nada y registra, tanto en el domicilio del ciudadano Jordi Pujol como en la sede de la Federación Española de Fútbol. Es así y así debe ser.

Pero para demandar la agenda de un exsecretario del Govern no se precisaba el numerito de enviar a la policía. Si hubiera hecho falta policía, los Mossos también están a las órdenes de los jueces (y en caso contrario, que se demuestre). Puestos a pasar de los Mossos por lo que simbolizan y elegir a la Guardia Civil, también y precisamente por lo que simboliza, no era preciso que fueran de paisano. Y una vez decidido que no llevaran uniforme, tampoco hacía falta que se cubrieran el rostro. En el mundo civilizado, la policía solo se tapa la cara cuando teme represalias por parte de los delincuentes, presuntos o no presuntos. Para pedir papeles a la administración pública o en el Parlament, se puede ir, se debería ir con la cara muy alta.

Si la puesta en escena, en busca de información simultánea en lugares tan sensibles como el Parlament y el Palau de la Generalitat no se puede atribuir más que a un cálculo y un deseo de medir el impacto de las imágenes en el termómetro de la tensión, la inmediata reacción del 'conseller' Turull no tiene menos trascendencia en la evolución de dicho indicador. Al no estar avisado, actuó de manera más instintiva que meditada, pero estuvo en el punto justo de lo que conviene al independentismo en este preciso momento. Ni se quedó corto ni se pasó de rosca. Colaboró sin sombra de resistencia, denunció humillación en las intenciones de los aparatos del Estado y proporcionó a la masa social que se enardece para plantar cara un gesto que sugiere disposición futura, no presente, a la desobediencia: la policía española espera en la entrada.

CUANDO EL GONG SUENE

A episodios parecidos, destinados a tomar el pulso de las reacciones del contrario, a aumentar la temperatura emocional e inducirle a un error que podría ser fatal, asistiremos a más de los deseados. Los púgiles también se provocan y se estudian antes de que suene el gong, aunque no sabemos ni si el gong sonará antes del 1-0. 

Ya que la ingenuidad y la inocencia son las primeras víctimas de cualquier confrontación, todo es de parte. Todo se torna política o se contamina de 'procés'. Por lo tanto, es mejor no fiarse de nada ni de nadie que pretenda ecuanimidad o equidistancia. No hay tuit ni titular, ni declaraciones ni análisis, ni datos ni sondeos en otras circunstancias neutrales u objetivos que puedan ser leídos fuera de la campaña del 1-0. Ni este artículo, claro está.