Estrategias sobre energía

El enrevesado futuro energético

Las discrepancias políticas y el cambio de Gobierno dejan en dique seco la ley del cambio climático

ilu-enrevesado-futuro-energetico-02-11-2018

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Mariano Marzo

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Recientemente, leía en un libro la siguiente historia. En 1975, tras el primer 'shock' petrolero y una vez que la crisis energética desencadenada había sido controlada, la Academia de Ciencias de EEUU se embarcó en un ambicioso proyecto con el objetivo de elaborar un “análisis detallado de todos los aspectos de la situación energética de la nación”. Para ello, con el fin de asegurar la más amplia participación de los agentes sociales interesados, se creó un comité interdisciplinario conocido como CONAES (Committee on Nuclear and Alternative Energy Systems). Este incluía entre sus miembros a expertos del mundo académico, organismos gubernamentales, compañías petroleras, empresas manufactureras, compañías eléctricas, bancos y despachos de juristas. Desde el punto de vista de las titulaciones la comisión contaba con ingenieros, físicos, geofísicos, economistas, sociólogos, ecólogos, un médico, un banquero y un abogado del Ministerio Publico. La idea era que, en el plazo de dos o tres años, el CONAES debía ser capaz de elaborar un informe de 150-200 páginas que recogiera recomendaciones, consensuadas entre los expertos, sobre qué tecnologías debían recibir el apoyo del Gobierno y cuales no.

Sin embargo, pese a toda la puesta en escena y el esfuerzo desplegado, el resultado fue poco más allá de una larga serie de reuniones interminables. Como señaló en 1978 Philip Handler, presidente de la Academia de Ciencias, “la primera reunión del CONAES fue un poema; la tensión era casi física; las sospechas, evidentes; los nombres de pila apenas fueron utilizados; la polarización de los puntos de vista en relación a la energía nuclear, explicita. Cuatro años más tarde, esta polarización persiste y muchas de las posiciones iniciales siguen siendo defendidas de forma rutinaria”.

Hacia 1981, la disputa y el desacuerdo habían hinchado el informe a 718 páginas. A pesar de las repetidas rondas de revisión externa, los expertos no fueron capaces de alcanzar un común denominador razonable. Finalmente los responsables del CONAES desistieron en su empeño y dieron a conocer un informe dividido en capítulos que recogían las visiones de las partes confrontadas, acompañadas de multitud de advertencias. Incluso, para lograr que los miembros del Comité rubricaran el informe, tuvo que adjuntarse un apéndice en el que los participantes podían exponer sus comentarios personales si es que deseaban clarificar o mostrar su oposición a lo expuesto en el texto principal.

Difícil consenso

El proceso de preparación del informe del CONAES constituye una muestra de las dificultades que afronta cualquier grupo que intente llegar a un acuerdo en temas energéticos. Harvey Brooks, presidente del citado comité, llegó a comentar que la tarea resultaba imposible, “al menos en el seno de un grupo que represente de forma honesta el amplio espectro de visiones actualmente defendidas en las comunidades académica, intelectual e industrial”. Por otra parte, lo acaecido sugiere que si algunos de los mejores y más brillantes expertos fueron incapaces de llegar a un acuerdo sobre el futuro energético de un solo país, a escala global el problema se amplifica.

Con esta historia de fondo, uno no podía más que alegrarse cuando hace unos meses, la comisión de expertos nombrada en nuestro país por el anterior Gobierno para asesorar la ley de cambio climático y transición energética anunciaba que había concluido en un plazo de tiempo relativamente breve la tarea encomendada.

Sin embargo, en mi fuero interno sabía que no convenía echar las campanas al vuelo. Una vez logrado el consenso técnico, se iniciaba otra etapa igual de complicada: la andadura política. No es la primera vez que en nuestro país se logra el tan ansiado y difícil consenso en materia energética. Durante el periodo 2006-2009 formé parte del Consejo Asesor sobre Prospectiva Energética en España en el Horizonte del 2030, auspiciado por la secretaria general de la Energía del entonces Ministerio de Industria Turismo y Comercio. El trabajo entonces encomendado también llegó a buen puerto, pero finalmente acabó olvidado en un cajón por discrepancias de algunos miembros relevantes del Gobierno sobre el papel asignado a la nuclear como energía de respaldo (eran tiempos del presidente Rodriguez Zapatero).

Tras este último parón, han tenido que transcurrir ocho años para reemprender la búsqueda y alcanzar un nuevo consenso. Pero con el cambio de Gobierno encabezado por el presidente Sánchez vuelve a estar en dique seco. ¿Por cuánto tiempo?