ANÁLISIS

Enfadadísimos con Valverde

Así estaban los dirigentes del Barça la mañana de la final de la Copa, luego todo ha vuelto a ser de color de rosa

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Sònia Gelmà

Sònia Gelmà

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Enfadadísimos. Así estaban los dirigentes del Barça la mañana de la final de la Copa. Por lo visto, le habían dejado a Valverde una plantilla espectacular para hacer el triplete, como se pudo ver en agosto. Una plantilla que venía de ganar un único título el año anterior, la Copa ante el Alavés, de llevarse dos goleadas en París y Turín y por el camino había perdido a Neymar. Pero de qué se podía quejar Valverde si en el lugar del brasileño le había llegado un joven delantero de 20 años que se lesionó en septiembre y dos suplentes como Paulinho y Semedo.

Así que aunque Valverde les tenía enamorados en octubre, casualmente cuando el equipo jugaba de manera más espesa, y que no se escuchó ninguna objeción sobre el juego hasta la semana pasada, la eliminación de Roma había supuesto que le perdieran toda la confianza.

La caída de Roma

De pronto, el puesto de Valverde no estaba asegurado ni siquiera con un doblete. Porque por lo visto, se perdió en Roma porque Valverde no hizo caso a los que sabían, que le dijeron que ante el Leganés tenían que jugar todos los suplentes. Porque por lo visto, los dirigentes ya intuyeron que la Roma les podía remontar ese 4 a 1 de la ida.

Y por lo visto, Valverde había abusado de las rotaciones cuando ellos le habían dejado una plantilla llena de alternativas para dar descanso a Piqué, Iniesta o Messi. Todo eso pensaban la mañana de la final, como pudimos leer en 'Mundo Deportivo', pero luego llegó el partido, y el viento empezó a soplar hacia otra dirección.

Así que después de la victoria, en uno de los partidos más brillantes de la temporada, sino el que más, y aunque para entonces muchos aficionados se lamentaban y preguntaban porque no pudieron jugar así en Roma, escuchamos a Bartomeu decir repetidamente que estábamos ante el "mejor equipo del mundo". Para entonces, ni Bartomeu ni el resto de dirigentes estaban ya enfadadísimos. Todo volvía a ser de color de rosa y, por lo visto, lo de cesar a Valverde no ha sido más que un espejismo.  

Gestionar desde la distancia

Pero no me dirán que no es un club maravilloso este que se puede gestionar siempre desde la ventaja, puesto que una derrota en la final hubiera significado plantearse un cambio de proyecto, porque el rumbo del banquillo no era el correcto y un solo partido devuelve la euforia.

Otra cosa es si ustedes, en caso de ser Valverde, se fiarían de esos superiores que lo lucen de manera acrítica cuando les conviene y le ponen al pie de los caballos para sacudirse responsabilidades cuando llegan los momentos delicados. No descarten, lo apuntaba ayer el diario 'As', que ahora sea Valverde quien, dolido por el juego subterráneo, les plante. Tras un doblete. Y con razón.