Al contrataque

Enemigos públicos

Tim Cook, consejero delegado de Apple.

Tim Cook, consejero delegado de Apple. / periodico

MANEL FUENTES

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«Sería malo para América». La frase podría ser de un presidente de Estados Unidos, pero esta vez ha sido de Tim Cook, consejero delegado de Apple, una empresa privada, ante la posibilidad de tener que cumplir la orden judicial de desbloquear el iPhone de un asesino. La pátina de credibilidad y legitimidad que tenían los gobiernos hoy es mucho más tenue, y tras Snowden y sus revelaciones de espionaje indiscriminado de la NSA o los cables interceptados por Wikileaks hoy ya no sabemos qué creer.

Ahora es el FBI quien exige abrir una puerta trasera en el sistema de encriptación de Apple y la compañía ha planteado recurso ante un tribunal federal por entender que lo que les piden está fuera de la ley y de la Constitución. Vuelve el viejo debate sobre privacidad o control, pero nace uno nuevo: el de la credibilidad de los estados. Hay gente que confía más en Cook que en el Gobierno y esto abre un inquietante escenario. El que cuestiona directamente la organización de nuestra vida en común.

Algunos ponen más esmero en la elección de un móvil que en la de un presidente de Gobierno. Muchos ven que nuestras decisiones privadas tienen más impacto en nosotros que las públicas. Sectores como el bancario o el energético están en manos privadas con la sospecha más que fundada de que muchas veces tienen condicionado al regulador, por la imposibilidad de ejercer contrapeso a su poder. ¿Qué sabe Google de nosotros y cómo lo usa? Pero, ¿qué pasa con lo público? Los grupos de presión también existen allí, en muchos casos enquistados, de modo que si lo que se extiende es la sensación de que estamos colonizados por intereses que no conocemos o compartimos, tenemos un problema.

MEZCLA DE RABIA Y DESDÉN

Y ante una crisis de confianza, lo que resurge es el individualismo y desde allí, lo que adquiere más valor son los acuerdos personales que suscribimos con los proveedores de servicios. Y surge la duda de si vemos aún al Estado como ayuda o peaje. Intermediarios con intereses. El macarrismo sobre lo que nos es esencial es evidente, mientras crece esa mezcla de rabia y desdén en la que estamos. Si nos van matando el sentimiento de orgullo y pertenencia; si desaparece el alma común de sentirse ciudadano de algún lugar; si manda el sectarismo, ser nacional de cualquier sitio entrará en crisis. Monitorizados como estamos, parecemos rehenes de quien está al mando y de las deudas e hipotecas que, en nuestro nombre, ha ido contrayendo.

El nuevo mundo que nació libre también pasa por la horma del Gran Hermano, aunque Apple se rebele y trabaje para endurecer su encriptación y sus algoritmos de cifrado. Y, mientras, nosotros vamos tomando consciencia de que siempre fuimos pasaje de bodega de un barco de bandera cada vez más desconocida.