Dos miradas

En la calle

Con la renta básica universal desaparecerían la pobreza y los problemas psíquicos y físicos asociados

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Emma Riverola

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"Las mujeres sintecho son minoría en un mundo de hombres", relata Teresa Pérez en EL PERIÓDICO. Y el reportaje se hunde en el horror. Agresiones físicas y sexuales en la calle. Una fragilidad extrema. El terror adherido a la piel. Y la enfermedad psíquica hincada muchas de ellas. ¿Cuántas cosas hacemos mal como sociedad para arrojar a la intemperie a las más débiles?

Personas vencidas por enfermedades, atrapadas por alquileres o hipotecas impagables, arrasadas por la espiral del maltrato… los rostros del infortunio son muchos. Y no, el discurso depredador de la derecha más egoísta, la que solo otorga dádivas a los suyos, no sirve ante la realidad. A la mujer que se deja la piel limpiando casas, asfixiada por la inquietud de no poder dar una salida a sus hijos, combatiendo con todas las sombras que rodean la penuria, quizá sin una red familiar que pueda sostenerla, ¿qué salidas le damos? ¿Es la calle su único destino? Admitámoslo, los subsidios apenas son un bálsamo para una llaga demasiado profunda.

Son muchas las razones para considerar la renta básica universal. La más poderosa es que desaparecería de un plumazo la pobreza. Y, con ella, muchos de los problemas psíquicos y físicos asociados. Los servicios sociales podrían dedicarse plenamente a procurar bienestar y no verse forzados, demasiado a menudo, a actuar como meros controladores. Hay alternativas al horror de la intemperie. Y están en nuestras manos.