El epílogo

Elogios mesurados

ENRIC HERNÀNDEZ

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Permítaseme, en este instante de euforia zapaterista, que introduzca algo de pragmatismo en el análisis del cambio de Gobierno, aun a riesgo de pasar por aguafiestas. Si de una mera operación de márketing se tratara, nadie podría cuestionar el éxito del guión secuenciado durante la última semana: pacto de legislatura con el PNV y CC, aprobación de los presupuestos del 2011 y rearme político del Ejecutivo. Como hasta el PP admite en privado la habilidad deZapatero, poco hay que añadir.

Pero, entre tanto elogio desmesurado, cabe apelar al sentido común y poner las cosas en su sitio. El ascenso deAlfredo Pérez Rubalcaba, a todas luces un acierto, no es sino una rectificación más del presidente, que tras las elecciones del 2008 se resistió a concederle el protagonismo político que reclamaba desde el purgatorio de Interior. Pensaba entoncesZapatero que la crisis no era tal y que podría gobernar sin aliados estables. En ambos diagnósticos erró; en ambos se ha enmendado. De sabios es rectificar, y aún más si se hace a tiempo. Habrá que ver si tal es el caso.

ARamón Jáuregui, político experimentado y comunicador didáctico como pocos, lo relegó el presidente al retiro dorado de Bruselas. Su rescate, más que para resarcir a los despechados socialistas vascos, servirá para engrasar la interlocución con el PNV, cuyo blindaje permitirá aZapatero completar el mandato y, con suerte, concluir el proceso de paz suspendido en el 2007.

El resto de los cambios son más bien gestuales: premio aTrinidad Jiménez yLeire Pajín, acólitas cuestionadas; guiños a la izquierda (Rosa Aguilar) y a los sindicatos (Valeriano Gómez); y sacrificio ritual de dos ministras en aras de una austeridad que hubiera sido más creíble de haber incluido al vicepresidente sin cartera, Manuel Chaves.

Hay 'plan B'. ¿Y el 'plan A'?

SeñaladoRubalcabacomo elplan B deZapatero--le suceda como candidato o en caso de derrota--, es preciso saber ahora si el presidente tiene unplan A para remontar las encuestas. Cierto, sin comunicación no hay política; pero sin política la comunicación tampoco obra milagros.