PEQUEÑO OBSERVATORIO

Elogio de los méritos del color gris

Estamos rodeados de criterios subjetivos, personales e incluso heredados

Las nubes cubren la Torre de Hércules en A Coruña, en una jornada marcada por la borrasca en Galicia y en la mayor parte de España.

Las nubes cubren la Torre de Hércules en A Coruña, en una jornada marcada por la borrasca en Galicia y en la mayor parte de España. / periodico

Josep Maria Espinàs

Josep Maria Espinàs

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Me he despertado, he mirado por el balcón y vi que hacía un día gris. He pensado que quizá llovería cuando tenía que salir de casa. Pero no, el cielo me parecía bien consolidado en su gris. ¿Pero es que el color gris encaja con la idea de solidez? No, evidentemente.

Las definiciones, lo sabemos, pueden ser muy discutibles, lo que no se da en el ámbito de las tecnologías. Nuestra vida está llena de expresiones definitorias: esta manzana es muy buena, este vino tinto no vale nada. A menudo entra en juego el paladar del consumidor, que actúa como juez, sin que se base, a menudo, en normas objetivas.

Estamos rodeados de criterios subjetivos, personales e incluso heredados. El hecho de que haya tantas diferencias entre nosotros siempre me ha parecido un hecho apasionante.

Aceptar la diversidad

Por eso siempre he aceptado la diversidad e incluso las contradicciones. Cuando me levanto por la mañana y veo el cielo gris es natural que piense "quizá lloverá", y me doy cuenta de que el "quizá" es una de las manifestaciones básicas de los seres humanos. Saber admitir las posibilidades.

El rojo, el blanco, el negro son manifestaciones de rotundidad. Se encuentran en banderas. Una bandera gris sería, en principio, poco estimulante. Pero investigo en una enciclopedia y descubro una definición que me ha sorprendido. "El color gris es un intermedio entre el blanco y el negro". Cuando decimos de alguien que ha tenido, o tiene, una vida gris, me parece muy difícil considerar que ha tenido una vida "intermedia".

El mérito del gris

Cuando yo era joven se veían bastantes grises, porque una mayoría de señores, cuando salían a la calle o iban a hacer una visita a la familia, vestían un "traje" gris. Un gris impecable que era ni demasiado claro ni demasiado oscuro.

Podríamos decir que era el gris de la cortesía, que se distinguía de lo que podemos llamar el "gris proletario".

El gris tiene un gran mérito: sabe aceptar cualquier otro color que se le ponga encima.