La rueda

Elogio del jamón en dulce

JOAN Ollé

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Sí: caviar, angulas, trufa blanca o negra, foie, ostras, percebes, langosta... Todos estos bichos están muy bien para festejar momentos de excepción, y aún más si se riegan con un caldo adecuado y una sugerente compañía. En Japón, cuando quieren tirar la casa por la ventana se arriesgan, como quien juega a la ruleta rusa, a ingerir un pescado que, si no ha sido cuidadosamente limpiado del veneno que contiene, puede hacer de una cena la Última Cena. Dicen que el lujo es el consuelo de quien ha perdido el amor. Y la muerte, un final feliz.

En nuestro país disfrutamos de un lujazo: que por aquí corre mucho cerdo suelto y, en consecuencia, disponemos de excelentes jamones. Primero fue serrano, luego jabugo y ahora el tope es el ibérico, palabra que nos obliga a compartirlo con Portugal. Es difícil que, en cualquier ágape, alguno de los comensales no sugiera, como entrante, un plato de jamón en el centro. Servidor, harto de pringarse los dedos y el bolsillo llevándose a la boca finas láminas de jamón como hostias consagradas, ha optado por revisitar al hermano pobre, a este humilde oxímoron que lleva por nombre jamón dulce.

¿No les sucede que cuando ven comer a un niño (espaguetis, libritos de lomo, una tortilla a la francesa...) les sobreviene un hambre atroz y se lanzarían en picado sobre el plato infantil hasta dejarlo inmaculado, y al niño llorando porque un abusón le ha robado su cena? El otro día, mi hijo, que no andaba muy fino del estómago, tenía delante suyo un plato lleno de tostaditas con aceite y, encima de cada una de ellas, unas caprichosas virutas de jamón en dulce diciendo ¡cómeme! Corrí a la charcutería y por unos pocos euros me llevé 200 gramos del mejor, del más caro, todo para mí, de aquel de color pezón adolescente y olor a cocina limpia. ¡Se me puso tan bien, acompañado de un buen pan y un vasito de agua fresca! Fue como la magdalena de Proust, pero en rosado.

No lo duden: si tienen una comida de compromiso, sorprendan a sus invitados, argumentando lo de la crisis, con una enorme bandeja de jamón en dulce. O de mortadela, también de color piel de bebé.