EN CLAVE EUROPEA

Glifosato: la UE se pliega a las multinacionales

Activistas protestan contra la posible renovación de la licencia del glifosato, en Bruselas.

Activistas protestan contra la posible renovación de la licencia del glifosato, en Bruselas. / periodico

Eliseo Oliveras

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La polémica renovación del uso del herbicida glifosato, considerado cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud (OMS), muestra las carencias y contradicciones políticas de la Unión Europea (UE). La renovación de la licencia del herbicida por cinco años, pese al riesgo para la salud de los europeos, se produce en un contexto de creciente rebelión ciudadana contra la política y la forma de hacer política dentro de la UE, que se expresa con votos de protesta y de castigo al poder establecido y a los partidos que lo representan.

Mientras los dirigentes de la UE reiteran que primarán al ciudadano en sus decisiones, en la práctica acaban primando los intereses de las grandes compañías, en este caso Monsanto y el lobi de la industria agroalimentaria. La Comisión Europea tampoco ha tenido en cuenta los 1,3 millones de firmas presentadas en julio por la Iniciativa Ciudadana Europea pidiendo la prohibición del herbicida.

En evidencia

La actuación de la Comisión Europea es reveladora. Inicialmente propuso renovar por 15 años el glifosato, principio activo de Roundup, el producto insignia de Monsanto, a pesar de la multitud de estudios científicos que ya advertían de su elevada toxicidad para el ser humano y de que provoca cáncer y multitud de enfermedades crónicas (Scientific American 2009, International Journal of Toxicology Journal 2012 y 2014, Toxicology 2014, Food and Chemical Toxicology 2013, Lancet Oncology 2015...).

Cuando el Centro Internacional de Investigación sobre el Cáncer de la OMS tipificó en marzo del 2015 al glifosato como cancerígeno para los animales y "cancerígeno probable" para los seres humanos dejó en evidencia a la Comisión Europea y a las agencias de Seguridad Alimentaria (EFSA) y Productos Químicos (ECHA), que habían asegurado que no era perjudicial para la salud.

Conclusiones al dictado

Las dos agencias europeas han vuelto a insistir en la no toxicidad del glifosato, pero han quedado en entredicho al descubrir el bioquímico austriaco Helmut Burtscher que partes esenciales de sus conclusiones se han copiado literalmente de informes previos de Monsanto y que esas conclusiones se basan en los datos secretos no verificables de la compañía. Además, las dos agencias desestimaron los estudios científicos independientes.

La credibilidad de la Comisión Europea y sus agencias acabó de hundirse al desclasificarse en junio del 2017 por orden de la justicia norteamericana miles de documentos secretos de Monsanto, que revelan que ya en 1999 la multinacional temía el efecto mutante del glifosato sobre el ADN humano y que la compañía se ha dedicado a manipular a la comunidad científica y las agencias gubernamentales para evitar que se conozca su toxicidad.

Falta de imparcialidad

La falta de imparcialidad de las agencias europeas por los vínculos de sus expertos y responsables con las industrias del sector ha sido criticada por las organizaciones cívicas y la Defensora del Pueblo de la UE, Emily O'Reilly. Esos informes técnicos bajo sospecha sobre herbicidas, productos químicos, transgénicos y alimentos son utilizados por la Comisión Europea para justificar  "científicamente" sus controvertidas decisiones.

El poder de los lobis en la UE quedó de nuevo confirmado cuando el 27 de noviembre el ministro alemán de Agricultura, Christian Schmidt, votó inesperadamente a favor de renovar la licencia del glifosato, en contra de la postura del Gobierno alemán de abstenerse, y posibilitó la mayoría requerida en la UE para renovar la autorización. Schmidt se distingue por alinearse con el lobi agroalimentario, recuerda el diario 'Süddeutsche Zeitung'. La incógnita es si en su decisión también pesó el plan del grupo alemán Bayer de comprar Monsanto.

Consecuencias políticas

El glifosato no es el único caso en la UE donde priman los intereses de las grandes compañías sobre los ciudadanos. Otros ejemplos son el muy laxo proyecto de la Comisión Europea sobre los productos químicos que dañan el sistema endocrino, el impulso a los cultivos transgénicos, la connivencia con la industria automovilística y la falsa supresión del bloqueo geográfico en el comercio electrónico (se mantiene para audiovisual).

El caso del glifosato además tendrá consecuencias políticas negativas para la UE. Primero, ha acentuado la desconfianza entre socialdemócratas y democristianos cara a lograr un Gobierno estable en Alemania. Segundo, el plan de Francia e Italia de prohibir el glifosato puede crear tensiones con sus socios europeos. Tercero, a la Comisión Europea le costará recobrar la credibilidad. Cuarto, el poder de las multinacionales y los lobis se refuerza aún más. Y quinto, hace más difícil recuperar el apoyo ciudadano a la UE.