La política catalana
El referéndum de los gatos apostólicos
El discurso oficial del soberanismo avanza y retrocede a placer, tan pronto ya está todo hecho como está todo por hacer
Jordi Mercader
Periodista.
Jordi Mercader
En su discurso a los concentrados en la Diagonal, la presidenta de la ANC exigió a los políticos independentistas que trataran a su gente como a adultos. A cuenta de repúblicas y procesos exprés, los dirigentes se habrán imaginado a sus seguidores como a gatos apostólicos, una expresión muy catalana para llamarle a uno iluso, sin enojarle. El discurso oficial del soberanismo avanza y retrocede en el tiempo a placer, tan pronto ya está todo hecho como está todo por hacer y esta técnica exige la mixtificación de conceptos.
El referéndum pactado es ahora la prioridad del independentismo oficial ante el diálogo abierto con el Gobierno de Pedro Sánchez. Un referéndum pactado es una forma ladina de hablar, esconde el añadido de legal para evitarse el sarpullido de la realidad con sus incómodas limitaciones. A ningún gato que no sea apostólico se le puede escapar que pactado y legal significa, además, constitucional. Y en la Constitución vigente, según repiten desde hace años los constitucionalistas, solo se aceptan dos referéndums vinculantes, el de la reforma de la Carta Magna y el de la aprobación del Estatuto.
En el diálogo legal no hay lugar para los castillos en el aire. A menos que en un nuevo giro táctico, los independentistas pidan un referéndum consultivo cuya formulación debería driblar la doctrina del TC que niega toda pregunta que se interese por aspectos que pudieren implicar una reforma constitucional encubierta. La estación del referéndum pactado, legal y vinculante (la estación preferida de muchos catalanes) permanecerá cerrada hasta que una hipotética reforma constitucional la ponga en servicio. El constitucionalista Xavier Arbós tiene dicho que no conoce a ningún colega acreditado que sostenga la existencia del horizonte prometido en su día por el Pacte Nacional pel Referéndum. Mantener un malentendido como opción política no es precisamente tratar a la gente como adulta, todo lo contrario, podría multiplicar la colonia de gatos más allá de lo razonable.
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