Pequeño observatorio

El poder anárquico de los colores

Siempre hemos dado importancia a los variedades cromáticas como portadoras de signficado

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Josep Maria Espinàs

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Es evidente que ya no podemos sorprendernos de nada. Francamente, me asombro de tantos descubrimientos continuos. A veces son importantes, pero también hay de simplemente curiosos. El mundo científico ha adquirido una enorme vitalidad productiva. EL PERIÓDICO me proporciona una información muy curiosa: el color verde en zonas urbanas ayuda a desarrollar el cerebro de los niños. 

¿Cómo se ha conseguido saber? Con los resultados de unos análisis que han hecho diversas entidades: Salut Global de Barcelona, la Caixa, Institut del Mar y otros. Concluyen que el color verde es singularmente activo.

Siempre hemos dado importancia a los colores como portadores de significado. El color blanco (o no color) ha estado unido a la idea de pureza. En mi infancia, los niños y las niñas vestían impecablemente de blanco. Había que ir con un vestido de ese color cuando se iba a hacer la primera comunión. El rojo habría provocado un escándalo, porque era asociable al infierno de sus llamas.

Los colores forman un mundo. En la naturaleza hay muchos colores, pero los humanos hemos decidido inventar, al fin y al cabo somos una especie que fabrica. También tenemos una capacidad extraordinaria: la de simbolizar. Con toda libertad. El rojo es el color de la sangre, pero también lo que se apodera cuando sentimos una súbita y indisimulable vergüenza.

Los colores, pues, no han conseguido tener una identidad precisa. Decimos "azul", pero ¿qué azul? ¿El azul del mar, el azul del cielo, el azulgrana del Barça?

Un color realmente notable es el gris. Debe permitir que lo aceptamos cuando es posible decir que un orador fue muy gris, pero llevaba un elegante traje gris...

Una expresión popular lo sentencia: "No me extraña lo que me dices, ya las he visto de todos los colores...".