ideas

El fracaso de Tarragona

Gala inaugural de los Jocs del Mediterrani en Tarragona, el 22 de junio del 2018

Gala inaugural de los Jocs del Mediterrani en Tarragona, el 22 de junio del 2018 / ACN / GEMMA SÁNCHEZ

Xavier Bru de Sala

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Donde Barcelona triunfó el 92 Tarragona ha fracasado el 18. Según los padrinos del proyecto, Tarragona debía ser a los Juegos Mediterráneos como Barcelona a los Olímpicos. La gran oportunidad de desarrollo de la antigua y venerable capital ha resultado, más que perdida, contraproducente. Para despertarse así, más valía proseguir la siesta. Después de este desastre, a Tarragona le costará levantar los ánimos (y pagar las deudas).

Pasqual Maragall y Barcelona sintonizaron. Voluntariado vibrante. Imaginación. El gran invento de la Olimpiada Cultural. Unas ceremonias que, tras vencer la voluntad de estrecharlas de Jordi Pujol, entusiasmaron al mundo. En Tarragona se ha hecho evidente el divorcio entre la cúpula, autista, y la ciudadanía. Como enamorado y defensor de Tarragona, también estoy avergonzado. Estos Juegos no son una fiesta sino el funeral de una idea de ciudad atascada y esperamos que muy pronto enterrada, con duelo y sin honor.

Estos Juegos Mediterráneos no son una fiesta sino el funeral de una idea de ciudad atascada y esperamos que muy pronto enterrada

¿Y ahora qué? En este mundo de ciudades, no se va a ninguna parte sin personalidad y sin proyecto. Y no existe ninguna posibilidad de concepto competitivo si la gente no se identifica con él. El convencimiento es clave, tanto en el deporte como en el resto de ámbitos. Girona se hizo famosa magnificando el Call. Tarragona no ha sabido ni aprovechar el hecho de ser patrimonio de la humanidad.

O provincia o capital. Madrid ha dado la espalda al provincianismo tarraconense, tan bien retratado por Jesús Moncada (Tabacalera en el limbo, Juegos infrafinanciados). De ahí el funeral de la ceremonia con el estadio medio vacío. Ahora debería poder cuajar la idea de vindicar las hondas raíces romanas de Catalunya. El rastro de Roma sí es permanente. Es la alternativa conceptual e identitaria a la idea de una Catalunya medievalizante y centroeuropea. La Catalunya que pesa es la romana, no la fundada -y abandonada a renglón seguido seguido a su suerte - por los carolingios.