El eje del mal y el de la soberanía

El presidente de EEUU, Donald Trump, se dirige a la Asamblea General de la ONU.

El presidente de EEUU, Donald Trump, se dirige a la Asamblea General de la ONU. / periodico

Rosa Massagué

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Era de temer. EEUU bajo la presidencia de Donald Trump ha dejado de tener una diplomacia coherente. Su estreno ante el atril de las Naciones Unidas ha servido para confirmar que el presidente adolece de una visión estratégica del mundo y del lugar que en él debe ocupar una gran potencia como es EEUU. Una de las palabras más repetidas en su discurso fue "soberanía", eje en torno al que envolvió y justificó su lema ‘América primero’. La cooperación, el multilateralismo, la acción colectiva para resolver problemas, han desaparecido del vademécum de la política exterior estadounidense.

Trump resucitó otro eje, el del mal. Se refirió a una de las dos mayores crisis abiertas ahora, la de Corea del Norte, amenazando con guerra y destrucción, mientras que la otra, la de la población musulmana rohinyá de Birmania, ni siquiera la mencionó. Ignoró otros conflictos como el más antiguo de cuantos hay en el mundo, el que enfrenta a palestinos e israelís. El cambio climático tampoco mereció ni media palabra. Y se cuidó muy mucho de no indisponer a Rusia pasando de puntillas sobre las relaciones con este país que, bajo la actual Administración, no se sabe si es amigo, adversario o una amenaza capaz de chantajear directamente a la Casa Blanca.

De aquel ‘eje del mal’ que en el 2002 el presidente George W. Bush decidió que pasaba por IrakIrán y Corea del Norte, se cayó el primer país después de una invasión y una guerra decididas por aquella Administración en busca de unas inexistentes armas de destrucción masiva. Por el contrario, Corea del Norte, que sí tiene un arsenal peligrosísimo como demuestra el régimen de Pionyang casi a diario, es para Trump objetivo de destrucción total. Puede ser una bravuconada y así lo consideran los expertos porque la tenencia de aquellas armas por parte de Kim Jon-un es precisamente el seguro de vida del norcoreano. Sea lo que fuere, la idea de una política basada en un nuevo militarismo, arrogante por demás, no puede ser nunca una solución.

Irán, 'Estado gamberro'

Una de las obsesiones de Trump ha sido Irán, el otro punto de aquel eje. En concreto, el acuerdo nuclear con aquel país firmado por EEUU y otras cinco potencias internacionales por el que Teherán se comprometió a limitar su programa nuclear a cambio del levantamiento de sanciones. El acuerdo fue uno de los éxitos de Barack Obama y alcanzarlo fue un trabajo muy laborioso. Firmado en el 2015, el pacto era arriesgado, pero se ha mantenido vivo hasta ahora aseguran los inspectores nucleares. Pero ayer Trump insistió en calificar a Irán de ‘Estado gamberro’ insinuando que puede dejar caer el acuerdo.     

Al inaugurar las sesiones de la Asamblea General, el secretario general, António Guterres, había lanzado una seria admonición al decir a quienes detentan el poder en sus respectivos países que la comunidad internacional está en fase de descomposición. Intervenciones como la que siguió, la de Trump, cargada de nacionalismo y de belicosidad, ignorando la cultura política de la multilateralidad, añadía un nuevo clavo a la tumba donde agoniza aquella comunidad internacional.