AL CONTADO
La economía de Deliveroo
Sin destrozar la innovación, hay que preservar un mínimo de derechos y reglas comunes para actividades similares
Agustí Sala
Redactor jefe de Economía
Además de El Periódico, trabajé de 1989 a 1990 en La Economía 16, como responsable de Economía en el Diari de Barcelona, de 1989 a 1990; en la sección de Economía de TVE Catalunya de 1987 a 1989, en Antena 3 de Radio, de 1985 a 1987 y en el Diari Menorca, de 1983 a 1985 y Radio 80-Menorca. Además la licenciatura en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona (1992-1986), tengo un posgrado en dirección general (PDG) 2011-2012y un curso de Márketing Digital y Redes Sociales por la EAE Business School
Agustí Sala
A todos nos gusta lo bueno y, si además es barato, mejor. Ante esta tendencia, las empresas se ven forzadas a bajar los precios para captar clientes. Todo ello se traslada a un mercado de trabajo en el que, tras la crisis y con la reforma laboral, la relación de fuerzas se ha decantado del lado del empleador.
Estos días han llegado a los juzgados de Barcelona denuncias de 'riders' (el nombre tiene más glamur que repartidor) de la empresa Deliveroo, que pretenden demostrar que eran falsos autónomos o sea, en realidad, asalariados. Es una práctica que se extiende como la pólvora, no solo en nuevos negocios, como el alquiler de vehículos con conductor (Uber o Cabify) sino en otros tradicionales. Se trata de comprar servicios en vez de contratar empleados y de evitar la vinculación laboral tradicional. En muchas empresas se crea una realidad dual, con un número decreciente de empleados contratados con nómina, obligaciones y también derechos; y autoempresarios con contrato mercantil y actividad por su cuenta y riesgo a cambio de honorarios.
En EEUU se ha bautizado esta nueva realidad como 'gig economy'. En resumen, contratación puntual para trabajos esporádicos, aunque en realidad estos sean permanentes y requieran quien los haga de forma regular. Las figura ideal ha sido la del autónomo. El empresario se ahorra cotizaciones sociales (el supuesto autoempresario se las paga) y otros costes propios de una relación laboral. Menos derechos e iguales o mayores obligaciones en un mercado en el que el contratador (cliente) gana poder frente al proveedor (trabajador).
Desasosiego y desconcierto
Es verdad que la sociedad y la economía deben avanzar y que todo cambio conlleva desasosiego y desconcierto. Lo cómodo es el 'dejémoslo como está', que tantos declives empresariales ha provocado. En todo caso, los cambios en la normativa laboral y social han sido, (casi) siempre avances para mejor, con menos horas de trabajo, mejores salarios, mayores prestaciones y derechos...
Pero, tras la crisis y en un entorno en el que muchas personas están dispuestas a trabajar en peores condiciones con tal de ganarse el pan, nos aseguran que todo ha cambiado. Que se entrará y saldrá del empleo continuamente y que lo mejor es hacerse autónomo y vender servicios no buscar un empleo a cambio de un salario.
Seguro que hay hueco para todas las fórmulas, pero si queremos financiar la Seguridad Social para que haya pensiones y que las arcas de Hacienda se nutran de recursos para proporcionar otros servicios públicos habrá fijar nuevas reglas de juego. Sin destrozar la innovación, hay que preservar un mínimo de derechos y normas comunes para actividades similares. La economía de Deliveroo debe quedarse, pero no a cualquier precio.
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