NÓMADAS Y VIAJANTES

¿Dónde está Chávez?

RAMÓN LOBO

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Escribir sobre Venezuela es arriesgado. En las informaciones ideologizadas solo hay buenos o malos; fascistas o comunistas; blancos o negros. Venezuela, como lo fue Cuba en los 60 y 70, es un asunto emocional para una parte importante de la izquierda. Pero las emociones no explican la realidad, al menos no toda.  Si simplificamos mucho se puede decir que la actual oposición en Venezuela es de derechas, que está conectada con los dos partidos que hundieron el país, Acción Democrática (presuntamente socialdemócrata) y COPEI (democristiano). Ambos en turnos dictados por las elecciones saquearon unas arcas públicas colmadas de petróleo. Durante 40 años gobernaron de espaldas a la mayoría: pobre, analfabeta y no criolla. Hugo Chávez fue la respuesta a esos desafueros. Dio educación y voz a esa mayoría que le siguió como si fuera un dios; también les dio esperanza.

Chávez era un malabarista de la palabra, un tipo leído e intuitivo, un líder especial, carismático. Ese carisma tapó errores. En sus 14 años de Gobierno no logró revertir la corrupción, que es endémica, ni reducir la inseguridad ciudadana, que resulta escandalosa; tampoco sanear la economía. Hubo un espejismo de eficacia con el precio del barril de petróleo por las nubes. Sus misiones enseñaron a leer a más de un millón de personas, redujeron la pobreza, pero no modificaron la dinámica de la injusticia. Pese a los errores, el pueblo lo adoraba.

La oposición nunca le perdonó su intento de golpe de 1992 contra Carlos Andrés Pérez, que por muchos amigos que tenga por España, fue un presidente nefasto. Con él nació la hipercorrupción, todo un logro. Chávez pagó con la cárcel su fracaso, pero la presidencia la alcanzó en las urnas. Eso es un hecho. Esa oposición despechada le montó en 2002 un golpe de Estado que José María Aznar alabó con premura. La asonada fracasó y desde entonces se ha instalado en el chavismo un temor patológico a que se repita. También es parte de un discurso oficial, de la propaganda, para justiciar recortes de libertades y desmanes.

El difunto líder ganó todas las elecciones sin que se le pueda acusar de pucherazo. No se puede decir lo mismo de Nicolás Maduro, un hombre sin atributos que diría Musil, un tipo gris, sin instinto político ni mano izquierda. En su primera elección perdió 600.000 votos que habían sido de Chávez. Sus maniobras de supervivencia, que es la supervivencia del chavismo, están más cerca del Estado autoritario que de una democracia más o menos sana, que tampoco estamos para dar consejos.

El actual presidente sigue aferrado al Chávez-pajarito que se le apareció, como si esa estrategia de prolongar el manto santo del difunto pudiera cubrir su ineptitud. Las manifestaciones estudiantiles de esta semana nacen como protesta por la creciente inseguridad de los campus universitarios, como el de Tachira, donde se han producido robos e intentos de violación. No eran marchas contra el Gobierno, pero la represión inicial y el torpe manejo de la situación por parte de Maduro y sus ministros las ha convertido en marchas nacionales.

No dudo de que detrás de toda algarada puede estar la mano de una derecha cerril que ansía volver al poder y de EEUU, siempre meciendo la cuna. Pero también existen razones objetivas para que el venezolano, incluido el chavista que adoraba a su comandante, esté harto de un Gobierno incapaz, experto en culpar a otros de sus más que inutilidades.

Escasez e inseguridad

En Venezuela hay escasez, cortes de luz, hiperinflación, inseguridad en las calles, falta de libertades, presión sobre los medios de comunicación afines. Cuando ir a la compra para adquirir huevos, pan o papel higiénico es un vagar de tienda en tienda durante horas para conseguir lo básico, las adhesiones se resquebrajan. La tragedia del país es que ni el Gobierno de Maduro ni la oposición de Capriles parecen estar interesados en resolver los problemas concretos de la gente, enzarzados siempre en sus peleas de gallos que no son otra cosa que lucha por el poder entendido, eso sí, como la administración de lo público en beneficio privado.

No hay puentes de diálogo ni terceras vía; conmigo o contra mi, fascista y tú más. Mal asunto para el futuro. Corren imágenes en las redes sociales de unos pistoleros chavistas, autores al parecer de la muerte de uno de los tres manifestantes que perdieron la vida. Pero pistoleros hay en los dos lados, inteligencia en ninguno de los bandos. Es una situación muy peligrosa que manejada desde el exterior con los criterios de buenos y malos, fascistas y comunistas puede acabar provocando una guerra civil.