¿Dónde está tu alma, Europa?

MARTA LÓPEZ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La semana pasada, en una entrevista a este diario, Romano Prodi, lo explicó muy bien: la respuesta europea a la crisis de los refugiados no es que sea pobre. Es que no la hay. Esto es un sálvese quien pueda. Y solo así se entiende la última maniobra desesperada de los países europeos, sobrepasados por un asunto que escapa a todo control: poner la máxima presión sobre Grecia, principal puerta de entrada de la inmigración al continente, para convertir a este país en el cancerbero de Europa, bajo la velada amenaza de expulsarlo del espacio de libre circulación de Schengen.

Y esto lleva a preguntarse, pero ¿qué puede hacer Grecia realmente? Por simple ecuación geográfica, los refugiados seguirán llegando a sus costas –bastantes extensas, por cierto, el doble que España– y a sus más de 100 islas porque las razones de su desespero no han desaparecido. Y ya que es imposible erigir muros en el mar, ¿cómo se supone que han de actuar las autoridades griegas? ¿Han de embarcarlos de nuevo y devolverlos mar adentro? ¿Han de hundir sus lanchas neumáticas? ¿Han de dispararles balas de goma para ahuyentarlos? ¿Han de enviarlos a la muerte?

Una memoria muy corta

¿Es esto lo que los países europeos  piden a uno de sus socios? ¿No deberían estar estudiando en cambio la protección común de las fronteras exteriores de un espacio que es común? ¿Y de cómo repartirse equitativamente el coste de la acogida  a unas personas que son -no lo olvidemos- refugiados de guerra? Hablamos de familias enteras que huyen a riesgo de morir en el camino porque en su país solo les depara una muerte lenta y certera ¿Es a esta gente a la que cerramos nuestras puertas? ¡Qué corta puede llegar a ser la memoria!

 La crisis de los refugiados no es solo una amenaza para la libre circulación de Schengen. Es mucho más profundo que eso. Es una amenaza para Europa, para su existencia. Porque Europa se ha construido sobre el valor inalienable de la solidaridad y en este trance se está dejando el alma. ¿Nos reconocemos en la Europa que levanta muros, requisa bienes a los refugiados y deporta a familias a -30ºC por el Ártico?