Doble error del Congreso

Los debates sobre las pensiones y la prisión permanente revisable han resultado bochornosos

Albert Rivera pasa ante Mariano Rajoy en el Congreso

Albert Rivera pasa ante Mariano Rajoy en el Congreso / JUAN MANUEL PRATS

Albert Sáez

Albert Sáez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

A menudo nos quejamos de que las instituciones políticas –gobiernos, parlamentosno recogen con suficiente agilidad las preocupaciones de la sociedad. Esta semana hemos contemplado dos ejemplos de algo aún mucho peor: que se hagan eco de la peor manera imaginable. El debate sobre las pensiones no pudo ser más descorazonador, ni un gramo de estrategia de país a medio plazo, solo táctica a cortísimo. El Gobierno, vinculando la mejora de las prestaciones a la aprobación de los Presupuestos, o sea, sacándose las pulgas de encima por si se ve condenado a un adelanto electoral. La oposición, entre quienes se encontraban los que posibilitaron la investidura de Rajoy, proponiendo más gasto sin explicar de dónde procederían los ingresos. Y Europa callada a la espera de Merkel.

Aún más desagradable resultó el segundo gran debate de la semana: el de la prisión permanente revisable. Ahí tuvimos al PP ganando el campeonato anual de populismo con la exhibición de los familiares de diversas víctimas en la tribuna del Congreso y lanzando a las masas contra los impulsores de la reforma al más puro estilo de Poncio Pilatos. Vimos a los populares ejerciendo de aprendices de la nueva política y a Ciudadanos estrenándose en las malas artes del bipartidismo que dice querer superar cuando en realidad pretende simplemente sustituirlo, desdiciéndose. Y tan anchos. Lo peor es que los impulsores de la derogación tienen sobre sí mismos una tremenda espada de Damócles en los tiempos que corren: una previsible sentencia del Tribunal Constitucional declarando que este precepto penal, en vigor desde 2015, pudiera resultar inconstitucional puesto que la Carta Magna define la prisión en España como una pena orientada a la reinserción y no al castigo. ¿Qué hará entonces el PP? ¿Llevará a las masas frente al PP al más puro estilo Artur Mas? ¿O se atreverá por fin a abrir el melón de la reforma? Lo más curioso de todo es que, visto con la perspectiva del tiempo, las masas del 78 eran más civilizadas que las del 2018. El progreso no siempre va en la dirección que señalan los progresistas.