Análisis del debate de investidura en el Parlament

Discurso confuso, objetivo en la sombra

Aunque el programa de Torra es contradictorio, pretende derrotar a la Constitución y al Estatut

El presidenciable Quim Torra durante su discurso de investidura.

El presidenciable Quim Torra durante su discurso de investidura. / .43324248

Joan Tapia

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Quim Torra intentó este lunes poner parches a los fallos más vistosos de su discurso del sábado y a los preocupantes interrogantes de su personalidad. Pidió disculpas por sus tuits con algo más de énfasis, recitó puntos programáticos -como un salario mínimo de 1.100 euros y una empresa pública de aguas del Ter-Llobregat-, pronuncio palabras en castellano, y admitió (a Xavier Domènech) que es catalán quien vive y trabaja en Catalunya.

Sin embargo, ni convenció a la oposición ni puede engañar a nadie. El eje de su programa es la ruptura radical, una ruptura -ya intentada y fracasada- que solo tiene el apoyo, quizá entusiasta, del 47% de los catalanes. Así se ahonda una división, no se gobierna un país. Y pedir disculpas por haber llamados "bestias humanas" a los catalanes que se sienten españoles (como le recordó Ines Arrimadas), parece muy insuficiente. El candidato lo intentó y habló de la transversalidad del catalanismo, pero quien lamentó "la avalancha inmigratoria" no puede borrar la sospecha de xenofobia.

Entre Barcelona y Berlín

Su discurso es contradictorio. Ya es 'president', pero este martes vuela a Berlín para dejar claro que hay dos presidentes y que el centro de decisión no está en Barcelona, sino en la capital alemana.

Y tiene poca credibilidad leer una especie de programa progresista a medio plazo (cual catálogo de El Corte Ingles) y, al mismo tiempo, hablar de provisionalidad y no desmentir las posibles nuevas elecciones apuntadas por Puigdemont en 'La Stampa'. ¿Qué confianza merece quien habla de un pacto para la industria -ambicioso objetivo a medio plazo- y se sabe que sopesa elecciones en diciembre?

Menos todavía quien dice que recuperará leyes vetadas por el Constitucional y lo decidido en referéndum el 1 de octubre, sin concretar cuándo, cómo y dónde. Si se trata de recuperación verbal, no habrá conflicto serio, aunque dará vitaminas a las tesis más contrarias. Pero no dijo cómo pasaría de las palabras a los hechos.

Está bien proclamar que no es posible un proyecto europeo sin Catalunya (suena bien), pero el portavoz de Jean- Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea, se ha negado a opinar sobre sus tesis y tuits "para no dignificarlas con un comentario".

Pero, discurso confuso no equivale a falta de objetivo en la sombra que sí existe: usar los medios de la Generalitat para deslegitimar el orden constitucional y el Estatut votado por los catalanes. Y centrar la deslegitimación en el proceso contra los dirigentes del 27-O, convocando elecciones de protesta a la sentencia del Supremo. Puigdemont querría así una mayoría más fuerte. Bajando un poco la 'estelada' e izando el lazo amarillo. Tres elecciones indican que la separación tiene el 47%. En cambio, el 83% de los catalanes, según la última encuesta de EL PERIÓDICO, creen que los dirigentes del 27-O no merecen la prisión preventiva.

Y es que el aventurismo catalán tiene un hermano gemelo en Madrid. Son los que aseguran que la letra con sangre (o prisión) entra. Conclusión: seguirá la espesa niebla que nos impide ver el precipicio que bordeamos.