Siete x siete
El discreto verano del Pijoaparte
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
OLGA Merino
Hubo un tiempo en que lo mejor del verano era el presagio, el tiempo sin estrenar que se extendía de la verbena de Sant Joan a la de Sant Pere. Cuadrillas de niños pidiendo a las vecinas alguna silla destripada para quemar en la hoguera. Tiempo de cerezas y peras sanjuaneras. En los quioscos se vendían buscapiés, bengalas y ristras de mixtos garibaldi que se refregaban contra las paredes. Veranos inabarcables, de días lentos, como sumergidos en cristal líquido. Nadie sabía del aire acondicionado. Los abuelos vestían guayabera y espantaban el bochorno abanicándose con el cuadernillo de crucigramas. Asfalto vacío y recocido. Sábanas blancas sobre los muebles y el sofá de escay para engañar al calor que, de tan intenso, hacía que vibraran los perfiles de las cosas. Pies descalzos. Veranos de balcones abiertos. Un retazo de cielo observado donde las nubes deshilachadas dibujaban caminos hacia ninguna parte. Camiseta imperio y café con gaseosa. Polvos Tang de naranja. Polos inventados en el congelador de casa. Cazuelas de mejillones en los chiringuitos de la Barceloneta. Una excursión al rompeolas. Aceite de coco y salitre en la piel. Un conato de siesta en el fuego. La playa a última hora de la tarde, cuando ya no quedaba nadie. Timbas de parchís con la persiana echada. El sonido de los dados sobre la superficie del tablero. El entusiasmo de una novela nueva. Leer hasta las tantas, sin horarios. Hubo un tiempo en que los perros aún ladraban al fondo de la madrugada.
Flota en el aire la sensación de que este año, con la crisis y la escasa gratitud del euro, muchos serán quienes tengan que conformarse con aquellas canículas domésticas. A muchos nos espera el verano del Pijoaparte, en que el súmmum de la aventura era una escapada a Blanes en una Guzzi roja, «con el motor al ralentí, respirando la fragante noche de junio cargada de vagas promesas». Un verano agazapado, de puertas adentro. La estación de la alegría empezó el lunes y durará, según la web del Ministerio de Fomento, 93 días y 15 horas. Un oasis en la travesía.
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