LA CLAVE

Dinero sin estado

En las criptomonedas se dan la mano, de nuevo, liberales y libertarios

Un ciudadano israelí pasa delante de una oficina de cambio de bitcoines, en Tel-Aviv.

Un ciudadano israelí pasa delante de una oficina de cambio de bitcoines, en Tel-Aviv.

Albert Sáez

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Alex Puig es uno de los gurús del blockchain en Españablockchain. Desde Alastria se propone crear un ecosistema de monedas y transacciones virtuales en el que ya participan algunas de las empresas más importantes del Ibex-35. Este sábado, en el marco del Sitges Next, le escuché la definición más clara posible de las criptomonedas: "dinero sin estado". Estamos ante una nueva manera de gestionar la confianza. Antaño se basaba en la robustez de los edificios. Los bancos que ponían más mármol en sus paredes eran aparentemente los más solventes. Desde 2008, cuando las torres de Wall Street cayeron por autodestrucción, vivimos una crisis de confianza. Fallaron los bancos comerciales pero fallaron tambien los bancos emisores. Tras tantos años fabricando dinero en base a patrones robustos, al final cedieron todos a la tentación de fabricar dinero como quien dibuja castillos en el aire. Blockchain y las criptomonedas, como dice Puig, son una apuesta por recobrar la confianza, pero ahora sin intermediarios, sin bancos comerciales y sin bancos emisores. A muchos, esta posibilidad les provoca pánico. Y pronto oiremos hablar de "fake money" como quien habla de "fake news".

Como ha escrito recientemente Manuel Castells, el gran error del momento es mirar lo nuevo con gafas antiguas. Miramos el car share con las gafas del taxi, las redes sociales con las lentes de los periódicos de papel y corremos el peligro de diseccionar las criptomonedas con la mirada de las antiguas divisas nacionales. Pero el asunto tiene mucha más enjundia. Porque las criptomonedas implican que el dinero vuelve a ser un instrumento y no una finalidad. El valor de las criptomonedas depende en última instancia de lo que podamos hacer con ellas y ello depende de la confianza que tengan los demás en nosotros. ¿Y la confianza de qué dependerá? Pues básicamente de la transparencia. Un comprador se creerá a un vendedor en la medida que le deje escrutar sus entrañas, que no estarán centralizadas en una caja fuerte sino repartidas en una cadena de bloques de manera que no se podrán manipular sin que se enteren terceros. Puig lo explica tan claro que casi le entendemos.  Lo curioso es que en el blockchain se dan la mano, como en tantos otros retos digitales, los que no quieren estado por liberales o por libertarios.