Digan "te quiero"

Es una expresión que en boleros y poemas parece fácil, pero que cuesta enunciarla cuando se ha de mirar a los ojos de quien quieres

Una pareja de enamorados, ayer, ante un puesto de flores de la calle de Santa Anna.

Una pareja de enamorados, ayer, ante un puesto de flores de la calle de Santa Anna.

CARLES SANS

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Todos los años, al calor de las fechas navideñas, impulsados por la influencia inevitable de la tradición, avivamos nuestros sentimientos y sacamos a airear la emoción más íntima, que es el afecto. Al ser tan íntima, buscamos mil maneras de decir "te quiero",  una expresión que en boleros y poemas parece fácil, pero que cuesta lo indecible enunciarla cuando se ha de mirar a los ojos de la persona a la que nos gustaría decírselo.

Muchas veces a quien más cuesta manifestárselo es a quien más quieres. Entre los jóvenes de hoy parece no existir la menor dificultad para hacerlo, incluso entre colegas; pero a las personas de edad más avanzada les cuesta muchísimo. Sobre todo entre el género masculino. Recuerdo a un amigo que me dijo que, incluso queriendo con locura a su hermano, jamás le había dicho "te quiero". Lastimosamente, ya no podía hacerlo porque había fallecido, y ahora se sentía frustrado de no habérselo dicho en vida.

Hay personas que no lo dicen nunca. Un marido le anuncia a su esposa que ya no la quiere, a lo que ella responde con alegre sorpresa: "Me alegro, porque al fin me entero de que hasta ahora sí me querías".

Estos días todos los mensajes que hemos recibido hablaban de amor. Es la manera habitual que tienen las personas que nos aprecian de expresar su afecto por nosotros. Son mensajes por escrito que evitan decírnoslo de una forma más personal.

Enternecido por tanta muestra de afecto, vía mensajes de móvil en estas fiestas pasadas, y so pena de correr el riesgo de parecer un consejo de aquella Elena Francis de los años tristes de este país, les animo a que sin rubor digan que se quieren. Al principio les va a costar hacerlo, tanto decirlo como escucharlo; pero, pasado el trago, ambos se sentirán mucho mejor y sabrán algo que probablemente solo intuían y que ahora podrán aseverar con un agradable placer interior.

Siempre suya, Elena… Así se despedía la Francis y así me despido yo.