El fraude de Volkswagen

El 'diéselgate' y la salud

La OMS considera desde el 2012 un cancerígeno las emisiones de los motores de gasóleo

JOSÉ MARÍA BALDASANO

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Desde el 2008, Volkswagen ha vendido coches con motores diésel actuando de forma fraudulenta con las emisiones de los contaminantes atmosféricos, que pueden ser hasta 30 veces mayores de lo permitido, según ha reconocido la empresa. Este comportamiento tiene dos aspectos muy graves. El primero se refiere al quebranto de la confianza en el cumplimiento de las leyes y las normas, y a la falta de respeto al principio ético de la responsabilidad, en este caso profesional, hacia millones de ciudadanos (no solo los cerca de 11 millones directamente afectados) por parte de uno de los mayores fabricantes de vehículos del mundo. El segundo, y no menos importante, afecta a la calidad del aire que respiramos y, en consecuencia, a las condiciones que perjudican nuestra salud, donde está absolutamente demostrado que ello provoca la muerte prematura de miles de personas y un agravamiento de los sectores de población con problemas respiratorios y cardiovasculares, además de los costes sanitarios asociados que ello conlleva.

Afortunadamente, en Europa -no así en otras partes del mundo- la calidad del aire ha mejorado progresivamente en los últimos 30 años y la frecuencia de episodios severos de contaminación atmosférica ha disminuido en número e intensidad. Pero desde hace años sigue habiendo un problema muy serio y grave de contaminación crónica, especialmente en las ciudades, debido principalmente a los óxidos de nitrógeno y a las partículas emitidas esencialmente por el tráfico rodado. Es verdad que los motores diésel actuales emiten menos CO2, que es el gas que más afecta al actual cambio climático, al consumir menos combustible, pero también es verdad que emiten contaminantes que afectan a nuestra salud día a día. Los niveles de óxidos de nitrógeno se han mantenido estables en los últimos diez años, particularmente en Madrid y Barcelona, y eso a pesar de la reducción de los kilómetros circulados en los últimos años debido a la que los economistas han llamado «gran recesión».

La Organización Mundial de la Salud clasificó en junio del 2012 -es decir, hace tres años- las emisiones de los gases de combustión de los motores diésel como un cancerígeno para los seres humanos; y en octubre del 2013 -es decir, hace dos años- señaló que la contaminación atmosférica en la calle era una causa medioambiental de muerte por cáncer. A pesar de ello, tanto los responsables de la Unión Europea (la actual normativa data del año 2007) como los diferentes gobiernos de los estados miembros, así como los gobiernos regionales y municipales, han hecho muy poco al respecto.

Más de la mitad

Desde hace diez años, la matriculación de vehículos diésel en Europa es del 50%, mientras que en España es del 65%. En Europa ya se sabía que había una diferencia sustancial entre los niveles de emisión exigidos en el trámite de homologación para cumplir las normas euro y las emisiones en circulación real. Pero se atribuía a las características del test de homologación. Es verdad que el sistema estaba en revisión, pero con un horizonte temporal para el 2019.

La respuesta del Gobierno español ante el escándalo de Volkswagen no ha sido pedir soluciones y responsabilidades. Ha sido confusa, con declaraciones contradictorias, y lo que es peor: su actuación se ha concretado en solicitar a la Unión Europea que los coches diésel puedan contaminar más, pidiendo valores de emisión de óxidos de nitrógeno más permisivos, sin tener en consideración la actual situación de contaminación crónica en las principales ciudades españolas, con las consecuencias negativas que ello representa para la calidad del aire y para la salud de las personas. Menos mal que la fiscalía de la Audiencia Nacional ha pedido que se investiguen los vehículos diésel de Volkswagen en lo que respecta al cumplimiento de los parámetros de emisión exigidos por la normativa medioambiental.

El cuestionamiento de los motores diésel por su nivel de contaminación atmosférica no es nuevo, pero el fraude de Volkswagen vuelve a poner sobre la mesa la necesidad urgente de cambiar claramente el modelo de movilidad urbana. No se trata de aplicar medidas tímidas como las actuales, más orientadas a la concienciación del problema que a la solución del mismo. La respuesta debería ser contundente: debemos eliminar de forma progresiva pero acelerada el uso de los combustibles fósiles, potenciar al máximo el transporte público y pasar a utilizar coches que usen un motor eléctrico. Con ello se conseguiría tener ciudades con un aire más limpio y también se reduciría la emisión de gases que afectan al cambio climático. Y tendríamos ciudades más silenciosas. En síntesis, ciudades más habitables y saludables.

Catedrático de Ingeniería Ambiental de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC).

Premio Rey Jaime I de Medio Ambiente.