MIRADOR

Diada de la gente

Diada de Sant Jordi en las Rambles de Barcelona

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Xavier Bru de Sala

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Más que libros. Mucho más que rosas, Sant Jordi es una espléndida sintonía emocional. Las noticias sobre el considerable botín de los libreros o los horticultores no consiguen ni de lejos que los aspectos comercial de la Diada empañen su carácter ciudadano.

Para que lo entiendan incluso los tristes lectores de 'best-sellers': San Valentín, el día de la madre que los parió o del patriarcado no pasan de ser un montaje comercial con chantaje emocional. El Black Friday, desprovisto de maquillaje, es menos deshonesto, ya que pone el interés en primer plano, desnudo, muy lejos de los impúdicos masajes sentimental de las celebraciones falsificadas.

Sant Jordi es sublime porque no es práctico. Cuanto más difícil es abrirse paso entre la multitud, mejor

La Diada de abril conlleva un gasto casi irrisoria per cápita. La rosa y el libro son símbolos de otra cosa. Sant Jordi es de la gente. De la gente que está con la gente a la que le gusta estar con la gente. Las paradas son la excusa de una gran fiesta sin más motivo ni finalidad que sentirse partícipes de una increíble, insólita, irrepetible sintonía colectiva. El hechizo del Sant Jordi catalán es obra de un pequeño genio engendrado por la mitología popular. No proviene de dragón sino de duende.

Quizá por eso, porque es tan fácil de experimentar in situ, es decir sobre todo en Barcelona, pero resulta casi inexplicable, resulta tan difícil de exportar. No se trata de beber cerveza, de bailar o de manifestarse. Por mucho que lo disfracemos de utilitarismo o aprovechemos para lucir amarillos, Sant Jordi es 'rauxa' contenida. Sant Jordi es sublime porque no es práctico. Cuanto más difícil es abrirse paso entre la multitud, mejor.

Llegar hasta el final de las Rambles, a la meta obligada del Arts Libris de Santa Mònica, constituye una heroicidad que el famoso caballero elitista habría despreciado. Lo importante es la gente. El espectáculo es cada uno, el ciudadano convertido en actor imprescindible y en público de sí mismo.