Siete x siete

El día en que la política sirvió para nada

ANTóNLosada

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De puro desbarajuste, el Parlamento español parecía el episodio final dePerdidos. El mundo se cambiaba por un voto. Al parecer, si el Gobierno era derrotado, significaría que su decreto era una mala solución para conjurar al déficit; o solo que algún diputado se había equivocado de botón. Si el Gobierno ganaba, significaría que el decreto era lo correcto; o solo que sus señorías habían colocado bien los dedos. Lo más desconcertante es que daba igual, porque aunque se votaba el famoso decreto, no se discutía sobre él. Tampoco si recortar el salario a los funcionarios, congelar las pensiones o racanear con la dependencia son las contenciones de gasto que precisan nuestras cuentas. Hace ya tiempo que en este país no se debate en serio sobre cómo funciona la economía o la vida real, solo se discute con furor sobre cómo acribillar aZapatero.

El Gobierno acudió a ejecutar esa sinfonía macroeconómica heroica que ha sustituido a aquella pastoral microeconómica que interpretaba hasta hace nada. Hemos pasado de salir todos juntos de la recesión sin dejar a nadie atrás a tener que hacer sacrificios dolorosos, inevitables e inaplazables sin saber para qué. Antes teníamos un Gobierno que rehuía la crisis, pero sabía adónde quería llegar. Ahora tenemos un Gobierno que encara la crisis pero, o no sabe adónde va o, si lo sabe, lo explica mal.

La oposición conservadora grabó otra muesca en su revolver de disparar presidentes. Simplemente no, sentencióRajoy,el líder que domará al déficit, al paro y a los impuestos, pero ahora mismo no tiene un hueco para ejercer su autoridad y contener los arrebatos poéticos de un trajeado barón valenciano. Los de CiU tuvieron su minuto de hombres de Estado aprovechando que les viene mal que haya elecciones ahora. Los del PNV pasaron porque les viene bien que las haya. Los pequeños partidos a la izquierda nos contaron qué harían si el mundo no fuera tan cruel como es. Otro día para comprobar que, como decíaPaul Valery, la política suele ser el arte de evitar que la gente se ocupe de lo que realmente le importa mientras otros deciden lo que de verdad les afecta.