La rueda

El día que Artur hizo jaque a Oriol

Junqueras aprovechó sus opciones hasta que Mas vio que no era su aliado, sino su problema

ANTÓN LOSADA

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Existen dos tipos de políticos. Aquellos que parece que van a llegar y aquellos que lo logran. Oriol Junqueras pertenece al tipo de quienes parecen llamados a conseguir sus metas. Artur Mas pertenece a la familia de quienes llegan y, además, para quedarse. En la larga y cansina partida de ajedrez jugada entre ambos para hacerse con el tablero nacionalista, el president tenía casi todo en contra. Varios años de gobernar aplicando políticas de sufrimiento masivo para la mayoría a beneficio de la minoría, la saga al estilo Soprano de la familia Pujol y una marca tan desgastada como dividida. Su única baza residía en la coincidencia de intereses con un Mariano Rajoy siempre dispuesto a una buena confrontación para hurgar en la herida del adversario común socialista.

Junqueras, en cambio, parecía tenerlo todo a favor. Una marca renovada, un liderazgo intacto y una creciente demanda social de cambio en la relación con el Estado y en las políticas. Supo aprovechar sus jugadas hasta que Mas decidió que ya no era un aliado sino su mayor problema y empezó a asediarlo con sus piezas. Desde entonces el líder de Esquerra Republicana ha demostrado que aguanta mal cuando las encuestas se enfrían y el rival aprovecha para contraatacar, presionándole con la clásica maniobra envolvente en nombre de la patria.

El acuerdo para la lista común parece un jaque mate de Artur Mas. Conserva la reina, entierra la marca CiU y minimiza el coste de pasarse la campaña justificando la fortuna de los Pujol. A cambio, Junqueras acepta el papel de ser la nueva Unió y pasarse septiembre explicando el porqué. Todo resulta tan perfecto que incluso la CUP se queda fuera para pescar mejor en el caladero sí que es pot. Ahora falta saber si los votantes se habrán hartado de tanta estrategia.