OPINIÓN

El presente espera a Deulofeu

Deulofeu, durante una acción en campo del Getafe.

Deulofeu, durante una acción en campo del Getafe. / Ap / Francisco Seco

Sònia Gelmà

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Lleva media vida esperando el futuro. Desde que entró en el Barça con nueve años. No serían pocas las veces que escuchó a sus espaldas aquello de “este va a ser bueno”, o  “este va a llegar”. Y aunque se hiciera el despistado, se sabía predestinado. Así que jugaba en el presente, quizás sin prestarle suficiente atención, a la espera de lo posterior. Quemando etapas que no eran más que el preludio de lo que tenía que llegar. Era un elegido, una promesa de la prestigiosa Masía azulgrana.

Así, llegó a debutar con el primer equipo con la precocidad imaginada, 17 años, mientras Segunda se le quedaba pequeña y se daba un nuevo paso en esa autopista hacia el primer equipo, una cesión al Everton. Tocaba destacar entonces en un equipo de Premier. Pero ahí, en ese primer contacto con el futbol profesional, llegaron las primeras curvas. Ya no marcaba tanto las diferencias, ya no era titular cada semana. Cosas de Robert Martínez –su técnico por entonces--, debió pensar él, y debieron pensar en el club.

El siguiente verano, según el plan trazado, se unía al primer equipo del Barça. Pero el presente se hizo pasado en tan solo un mes. Luis Enrique no tuvo ni la paciencia ni las ganas de convencer a Deulofeu de que –aunque llevara media vida escuchándolo-- él no era una estrella con privilegios. Que de esos aparece uno cada treinta años y que el resto se lo tienen que currar, en ataque y en defensa, en cada acción, en cada entrenamiento, en cada partido. Así que lo descabalgó tras cuatro días de pretemporada en Saint George’s y sin ninguna piedad, ni privada ni públicamente.

Una nueva oportunidad

Tampoco Emery en el Sevilla consiguió devolverlo a la autopista del éxito y su ansiado futuro se esfumaba cada día un poco más en el Everton de Koeman. Hasta que el Milan lo rescató. A base de suplencias había tenido que aprender todo aquello de lo que prescindió mientras se atiborraba de goles en las categorías inferiores. Pero como si de un fantasma se tratara, no se sabe muy bien si del pasado o del futuro, cuando por fin tenía continuidad, reapareció el Barça para volver a perturbar su carrera.

Quién sabe si ha sido ese destino caprichoso, el mismo que al cruzarlo con Luis Enrique lo alejó en primera instancia del primer equipo, el que ahora le ha abierto camino. El muro del tridente cayó con la salida de Neymar, y ahora la desafortunada lesión de Dembélé le brinda una nueva oportunidad para dejar de ser una promesa, una etiqueta que corre el peligro de combinarse con el peor de los adjetivos, el de eterna. Le llegó la hora. Sería injusto negarle la paciencia que sí le concedíamos a Dembélé. Tiene cuatro meses para demostrar que realmente es un elegido. El futuro ya es presente. Es su turno.