EN CLAVE EUROPEA

La UE, desunida e improvisando

ELISEO OLIVERAS

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La crisis de los refugiados muestra el nivel de desunión de la Unión Europea (UE), cada vez más alejada del proyecto de integración política y focalizada desde hace años en la mera gestión del corto plazo. El reto de la ola de refugiados también resalta la persistente fractura entre los nuevos miembros del Este y los antiguos miembros occidentales 11 años después de su adhesión. El rechazo de Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Rumanía y Lituania a aceptar cuotas «obligatorias» de refugiados y las amenazas de Alemania de recortar las ayudas europeas a esos países como represalia socavan los cimientos de la UE.

Europa oriental se muestra muy lenta en aplicar los valores de la UE. Los países bálticos, por ejemplo, mantienen marginadas a importantes minorías rusófonas con la complicidad de la Comisión Europea. En los países del Este, el nepotismo y una declinante libertad de prensa se combinan con un nacionalismo rampante y fuertes movimientos xenófobos y antiimigración. La homogeneidad de sus poblaciones nacionales (blancas y cristianas) acentúa el temor al extranjero y su menor nivel de renta se esgrime para limitar la acogida de refugiados.

«Nuestros salarios y nuestras casas aún son más pequeñas que las del Oeste. Mucha gente cree que no tiene nada que compartir con los inmigrantes», explicó el expresidente polaco Lech Walesa. La férrea actitud contra los refugiados del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, le ha hecho incrementar su popularidad, recuperando terreno perdido frente al partido xenófobo ultraderechista Jobbik.

DIFERENTES PRIORIDADES

Europa occidental fundó la UE para superar las heridas de dos guerras mundiales y avanzar hacia una unión política a través de la unión comercial y económica. España, Portugal y Grecia se sumaron para afianzar sus democracias y formar parte del proyecto europeo. Pero los países del Este se unieron a la UE para reforzar su independencia frente a Rusia e impulsar su desarrollo gracias a las generosas ayudas comunitarias. Por ello, se muestran poco interesados en la integración, nada predispuestos a la solidaridad y muy proclives a resaltar sus intereses nacionales y su derecho a un trato de favor por sus 40 años de yugo soviético.

Los dirigentes europeos, desbordados por esta crisis humana previsible y bloqueados por sus intereses nacionales contrapuestos, intentan huir de la realidad planteando soluciones ficticias, en lugar de centrarse en cómo acoger a las decenas de miles de personas que no dejarán de agolparse en su frontera y en movilizar los fondos europeos y nacionales adecuados para ello.

En lo que va de año, 474.000 refugiados e inmigrantes han llegado a la UE cruzando el Mediterráneo, más del doble que en todo el 2014, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). El número de refugiados procedentes solo de Siria ya supera los 181.000.

Primero, el gran plan de la UE fue acabar con las mafias del tráfico de inmigrantes que operan en estados donde la UE no tienen ningún poder o jurisdicción, cuando los países europeos son incapaces que acabar con las mafias del tráfico de mujeres que operan en la propia UE.

Ante el bloqueo de la redistribución de los refugiados, los líderes de la UE vuelven a resucitar otras ideas que no detendrán la ola migratoria, como incrementar la ayuda financiera (que luego no se materializa) a los países que albergan a refugiados sirios (Turquía, Jordania y Líbano) para que les impidan desplazarse hacia la UE. Otra idea es crear centros de acogida y selección fuera de la UE, en los Balcanes, lo que desestabilizaría a esos frágiles países, o en Agadez (Níger), meca de contrabandistas, traficantes de todo tipo y grupos terroristas, que los países europeos tienen catalogada como zona de extrema peligrosidad a evitar para sus propios ciudadanos.

La Comisión Europea tampoco facilita la aceptación de las cuotas que propone al resistirse a suavizar los objetivos de déficit público pese al mayor gasto que supondrá la acogida e integración de los refugiados (alojamiento, educación, sanidad y apoyo para lograr empleo). El comisario de Economía, Pierre Moscovici, se mostró reticente el 11 de septiembre en el Eurogrupo y solo aceptó estudiar «el impacto económico y financiero» de la ola de refugiados. Mientras, el cierre y disrupción de autopistas, rutas y transportes internacionales pasará factura a la ya delicada economía europea.