Al contrataque

El destino

ANA PASTOR

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He tenido que leer en este mismo periódico dos veces la misma frase porque no daba crédito. «Si no podemos evitar las violaciones, disfrutémoslas». Les sitúo. País: la India. El ser inhumano que la ha pronunciado es nada menos que un altísimo cargo de la Policía. Es el director de la Oficina Central de Investigación Criminal de ese país, lo que hace que su comentario sea todavía más grave, porque es el encargado de investigar y perseguir las violaciones contra mujeres.

Vamos con algunos datos que ilustran esta barbaridad: en la India, cada 20 minutos una mujer es violada (según el informe del 2011 de la Comisión Jurídica de ese país). En la India, el 98% de las mujeres son agredidas por un conocido o familiar (según la Fundación Vicente Ferrer). En la India, cada hora muere una mujer por causas relacionadas con la dote, que se sigue considerando la parte fundamental en el contrato matrimonial (según el diario británico The Guardian). La India es el cuarto país del mundo más peligroso para nacer si eres mujer, solo lo superan Afganistán, la República Democrática del Congo y Pakistán (según la Fundación Thompson Reuters).

Cifras convertidas en mujeres

He podido ver con mis propios ojos estas cifras convertidas en mujeres de carne y hueso. Mujeres magulladas por la vida y con costurones en el alma por culpa de quienes las maltratan, pero también de quienes miran para otro lado. Mujeres que no solo sufren una violación sino que además ven como sus familias dan la razón al agresor en el mejor de los casos y se avergüenzan y castigan en el peor. Mujeres como aquella joven de mirada triste rescatada in extremis por la Fundación Vicente Ferrer en Bathalapalli que nos contaba que, además de su marido, la maltrataban sus propios suegros. Y como no conseguían domarla decidieron golpear donde más duele: arrojaron a su hija, un bebé que aún no había cumplido los dos años, por la ventana. No consiguieron matarla, y aquello sirvió para que escapara y buscara ayuda.

El problema es que esa ayuda nunca es de los poderes del Estado, que, como recordábamos al principio, lejos de proteger a la víctima, cuestionan su versión, se mofan de ella o le recomiendan que vuelva a casa con su marido y se quede calladita. Es decir, si te agreden y das el paso estarás sola frente al sistema. Por contra, y frente a personajes como el director de la Policía, existe gente como Doreen Reedy, responsable en la India del programa de mujeres de la Fundación Vicente Ferrer. Una mujer que, con altas dosis de trabajo, ha hecho posible lo imposible. Una mujer que ha conseguido algo fundamental: convencer a las víctimas de que su valentía, con la ayuda de la fundación, es capaz de romper el silencio y torcer su propio destino.