La rueda

Desmemoria de la inmigración

Hay que reivindicar nuestro origen colectivo, que no es otro que el de ser todos inmigrantes

NAJAT EL HACHMI

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Un hombre que emigró de Marruecos en los años 60 me comenta el asombro que le provoca oír algunos discursos pronunciados por hijos y nietos de la inmigración venida de otras partes de España. Algunos de estos descendientes de andaluces o extremeños, me decía, manifiestan abiertamente su rechazo hacia los inmigrantes de ahora, de otros países del mundo. Esta actitud se explica solo por el olvido de la experiencia migratoria de generaciones anteriores, por no recordar que todos estamos justo a un paso de vernos obligados a marchar del lugar que ahora consideramos nuestro. Por suerte, una parte importante de los inmigrantes de entonces, los que lo vivieron, tienen muy presente su historia y pueden sentirse identificados con los últimos en aterrizar. Quizá hace falta más memoria de este fenómeno, que en este lugar que hemos dado en llamar Catalunya es parte fundamental, intrínseca, de su paisaje humano.

¿Explicamos suficientemente a nuestros hijos y nietos de dónde hemos venido y el trasiego que supuso un hecho tan importante como cambiar definitivamente de lugar de residencia? ¿Hacemos algún esfuerzo para que entiendan que si ellos están aquí y no en otro lugar se debe a esta nuestra pero también suya particular historia migratoria? Lo más normal es que la transmisión de este relato no vaya más allá de lo anecdótico, superficial y ligero, porque a menudo lo que más queremos es olvidarnos de ese trance agridulce. Pero es importante realizar esta transmisión, no tanto para aferrarnos a unos orígenes lejanos sino para reivindicar nuestro origen colectivo, que no es otro que el de ser todos inmigrantes. Nos ahorraríamos así, quién sabe, escenas cargadas de cinismo como la de García Albiol el lunes en el Parlament hablando precisamente de sus raíces migratorias, él, que es bien conocido por su empatía con los últimos recién llegados.