ANÁLISIS

Desescalar nuestra tensión

Ni el ciudadano más despreocupado puede ningunear el alud de titulares, a cual peor, que recibimos cada día. Estamos atrapados

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EVA ARDERIUS

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Este martes, 17 de octubre se cumplirán dos meses de los atentados de Barcelona y Cambrils. Solo dos meses y parece que ni tan solo haya ocurrido. Nos han pasado tantas cosas des de entonces que, por saturación o por pura supervivencia mental, casi hemos olvidado el trágico recorrido de la furgoneta por la Rambla.

Desde hace unos días los ciudadanos hemos incorporado una nueva palabra en el diccionario: 'desescalar'. La utilizan los expertos en resolución de conflictos para indicar que en cualquier intento de mediación o de búsqueda de solución, lo primero que hay que hacer es rebajar la tensión. Y esto, 'desescalar', es también lo que necesitamos todos. Llevamos dos meses sometidos a una gran presión, ningún fin del verano ha sido tan duro como este. 

Hemos perdido el control, ahora la política, lo que pasa a nuestro alrededor, es tan trascendental que nos afecta directamente. No podemos vivir al margen, ni queriendo

Las vacaciones se acabaron de forma abrupta el 17 de agosto en la Rambla17 de agosto . Los atentados de Barcelona y Cambrils nos helaron a todos, fue el presagio de un duro inicio de curso. Desde entonces nada ha sido igual. No por los ataques, que hemos asumido con una extraña frialdad, quizá por pura supervivencia o porque en el fondo sí, tenemos miedo y es mejor no pensar. A veces pienso que aquello ni siquiera ocurrió.

Estrés en las calles

Nada ha sido igual porque desde que acabó el verano no hemos podido vivir ajenos a lo que pasa a nuestro alrededor. Es imposible. Las movilizaciones contra el terrorismoterrorismo, el miedo a que vuelva a repetirse, más policía en la calle, el 11 de septiembre, la fiesta mayor de Barcelona, la Mercè, más politizada y el 1 de octubre, la defensa ciudadana de los colegios, las violentas y desmesuradas cargas policiales, las protestas de después, el paro del 3 de octubre, el discurso del Rey en la tele, las caceroladas diarias, la intervención parlamentaria de Puigdemont y la respuesta de Rajoy, más manifestaciones y el ¿qué pasará ahora? ¿Qué pantalla seguirá? La incertidumbre, estar pegados a las redes sociales, sometidos a los grupos de whatsapp, buscar los periódicos en el bar, querer poner música en la radio y acabar escuchando noticias. Y volver a las calles de Barcelona estresadas por tanta protesta y más llenas que nunca de mensajes políticos y banderas. Y todo esto bajo el sonido angustiante de los helicópteros policiales que nos recuerdan que vivimos tiempos de excepcionalidad. 

No somos inmunes

Han sido dos meses que han parecido años. Hemos asumido titulares en tiempo récord. Parecemos inmunes a todo, pero no lo somos. Y quizás esté bien recordarlo. Nos han pasado y nos están pasando demasiadas cosas, nuestro bienestar emocional ya no solo depende de nuestras vidas privadas. Hemos perdido el control, ahora la política, lo que pasa a nuestro alrededor, es tan trascendental que nos afecta directamente. No podemos vivir al margen, ni queriendo. Nos preocupa, nos pone nerviosos, nos provoca insomnio, nos hace discutir, nos hace enfadar y nos pone tristes.

En mis 38 años no había vivido nada igual. No nos queda ni el "paso de todo". Esta válvula de escape ya no sirve. Ni el ciudadano más despreocupado puede ningunear el alud de titulares, a cual peor, que recibimos cada día. Estamos atrapados.

Ante esta situación solo se me ocurre que nos cuidemos más que nunca entre nosotros, que estemos preparados para las futuras consecuencias que todo esto nos pueda traer y que entre manifestación y cacerolada, intentemos parar, respirar, pensar y sobretodo asimilar que nada volverá a ser igual.