Dos miradas

Deseo y desazón

El vértigo, en realidad, es la fuerza que te empuja al vacío, la atracción poderosa hacia la profundidad. La confrontación entre la voluntad de permanecer con vida y el hilo que te lleva a la desaparición en la nada

JOSEP MARIA FONALLERAS

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El vértigo no es el miedo que generan las alturas o la percepción del espacio enorme que existe entre tú y el abismo. El miedo que se experimenta, como dice el diccionario, cuando alguien se acerca al borde de un lugar elevado. El vértigo, en realidad, es la fuerza que te empuja al vacío, la atracción poderosa hacia la profundidad. La confrontación entre la voluntad de permanecer con vida y el hilo que te lleva a la desaparición en la nada. Todos los que lo sufrimos lo sabemos. El vector que te empuja al precipicio es una voz que te llama con un imán irresistible. El miedo, en todo caso, proviene, innato, del afán inconsciente (y también incontrolable, intuitivo) de evitar la caída. Es una lucha que dura segundos y que se concentra en el escalofrío que funciona como una defensa del organismo, como un aviso de la especie.

Sin embargo, volvemos a acercarnos al abismo, a pesar de todo. Y también los hay que montan un negocio. Es el caso de este puente chino, el más largo del mundo, con un suelo de más de mil placas de vidrio de cuatro centímetros de espesor. Solo cuatro centímetros entre el vacío (el deseo) y la prevención (la desazón de evitarlo). Los puentes suelen servir para conectar dos orillas. Aquí, tal vez también. Pero este puente de Hongyagu está pensado sobre todo para escenificar el vértigo. Un reto, un desafío. Si nunca pasara por él, que no lo haré, lo que temería más sería pensar que, una vez atravesado, debería recorrer el camino a la inversa. Demasiadas emociones para mi alma.

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