La imagen de la capital de Catalunya

(Des)enamorarse de Barcelona

Tras la presunta pérdida de autoestima de la ciudad hay factores sociológicos, mediáticos y políticos

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JOAQUIM Coll

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Cuando se tiene la oportunidad de estar unos días fuera de Catalu-nya, a menudo a uno le sorprenden con una misma pregunta, que formulada de formas diversas responde a la siguiente cuestión: ¿por qué los barceloneses ya no os mostráis tan orgullosos como años atrás? No es nada fácil responder a ello. Pero es cierto que mientras en los años 80 y 90 solo teníamos ojos para ver las virtudes y las mejoras constantes efectuadas en Barcelona, hoy parece existir un extraño consenso en subrayar aquello que nos desagrada, incomoda o no está a la altura de las expectativas. ¿Por qué? La duda principal es que uno no sabe muy bien si el tema concierne a un problema de orden político o más bien de naturaleza social y cultural. O ambos a la vez. Seguro que esto mismo les ocurre a otras muchas ciudades europeas, como también es cierto que muchos barceloneses cuando regresan de visitar otras metrópolis saben medir mejor ciertos problemas domésticos que en la proximidad se tienden a exagerar, como la limpieza, la seguridad o el transporte. En cualquier caso, el cambio de mentalidad efectuado en Barcelona en menos de una década resulta sorprendente. Hemos pasado de estar altamente satisfechos a mostrarnos, a menudo, inapetentes o irritados. Mientras en fechas cercanas al Fòrum de les Cultures el alcaldeJoan Closllegó a creerse que Barcelona estaba cerca de ser considerada «la mejor ciudad del mundo», desde hace unos años predomina en muchos ambientes de la capital un coro de voces contrarias que alimenta una hipercrítica permanente y afirma la crisis de un modelo urbano. Todo lo cual, visto desde fuera, debe parecer inaudito, teniendo en cuenta que Barcelona ha escalado de forma sólida hasta las primeras posiciones en diversos barómetros europeos sobre calidad de vida, atracción de universitarios y ubicación preferida para hacer negocios.

Detrás de esta paradoja hay unos factores de orden social y cultural que hasta cierto punto son lógicos, mientras que otros son estrictamente políticos y mediáticos. Vayamos por los primeros. Después de los JJOO y de una larga década de autosatisfacción y de reconocimiento internacional, dos fenómenos fruto de la globalización empezaron a impactar con fuerza: el turismo de masas y la nueva inmigración. Es evidente que la suma de ambos ha cambiado la fisonomía de la ciudad, más en positivo que en negativo, aunque una parte de la ciudadanía tienda a fijarse sobre todo en aquello que genera molestias. La velocidad y la incertidumbre de estos cambios han generado desconcierto entre sectores populares y clases medias de 50 años para arriba, que han perdido empatía con las políticas municipales y capacidad de ilusionarse ante una realidad que en muchos aspectos les resulta irreconocible. O sea, que mientras los extranjeros se han enamorado locamente de Barcelona, muchos barceloneses se han desenamorado de la ciudad. Es sabido que las mentalidades colectivas necesitan un tiempo más lento de acomodo a los cambios y que, por tanto, suelen ir desacompasadas con las transformaciones sociales y económicas. Pero tampoco parece que se haya hecho mucha pedagogía por explicar estos cambios y sus posibles ventajas.

Al lado de todo esto, sin duda muy complejo, existen también factores políticos y mediáticos. Desde las páginas salmón de la prensa conservadora se ha ido abonando la imagen de una Barcelona en decadencia, insegura y degradada, si no totalmente sí por lo menos en el centro histórico y sus barrios adyacentes. Es sorprendente que a menudo se pierda la perspectiva temporal de lo logrado y, en cambio, se enfaticen tanto las recaídas momentáneas. El caso del Raval es significativo. Persisten viejos problemas y aparecen otros que son nuevos, pero me parece indudable que hoy dicho barrio está bastante mejor que hace diez años. La transformación que ha experimentado gracias a la nueva rambla me parece incontestable. ¿Quién se hubiera imaginado un hotel de lujo en el corazón del Raval? ¡Y ya verán cuando se inaugure la nueva Filmoteca! Otro ejemplo paradigmático de esta extraña alianza entre intereses políticos y algunos medios de comunicación es el debate sobre el paso del AVE junto a la Sagrada Família. Nadie duda de que el Papa podrá consagrar la basílica sin temor a su hundimiento, pero la psicosis y las mentiras que se han llegado a propagar sobre el famoso túnel merecerían una severa crítica, desenmascarando tantos intereses por seguir construyendo un templo que acabará siendo una obra monstruosa.

Y llegamos a la política pura y dura. Es evidente que existe entre ciertos sectores de la ciudad un deseo rabioso de poner fin a 32 años de gobiernos de izquierda. Sin duda, el liderazgo difuso deJordi Hereualimenta la operación debullyingpolítico de la que es víctima. En democracia no hay nada más legítimo que la alternancia, pero lo que no es admisible es actuar como si la política fuera la continuación de la guerra por otros medios: la idea de que todo vale. En nuestro caso, creo que no podemos permitirnos el lujo de hundir a Barcelona en el inmovilismo, la apatía y el desenamoramiento ciudadano.

*Historiador.