Desde el soberanismo a la independencia
Los soberanistas tendrían que haber insistido más en el derecho al referéndum
Marçal Sintes
Periodista. Profesor de Blanquerna-Comunicació (URL).
MARÇAL SINTES / BARCELONA
El soberanismo lo forman todos aquellos que creen que Catalunya debe decidir su futuro, que Catalunya ha de ser, en definitiva, aquello que los catalanes quieran. El soberanismo depende, por tanto, de lo que cada uno entienda por Catalunya y por democracia. Como es lógico y como todo el mundo sabe, hay muchos más soberanistas que independentistas en Catalunya, puesto que no son pocos los que, creyendo que los catalanes deben votar, rechazan la separación de España.
A mi juicio, los soberanistas tendrían que haber insistido más, y deberán hacerlo en el futuro, en el derecho al referéndum. Subrayando los argumentos que los sitúan del lado de la democracia, que realzan el principio democrático que les asisten. Desarrollando su juego en ese terreno es muy complicado que el unionismo pueda derrotarlos. El debate en torno al derecho al referéndum es ganador. El debate independencia 'sí' o independencia 'no', en cambio, es mucho más esquivo y presenta asperezas considerables.
Este es el marco en el que cabe situar la reunión de este lunes entre el 'president' Carles Puigdemont y Xavier Domènech, coordinador general de Catalunya en Comú. Estamos ante el enésimo movimiento del Govern de Junts pel Sí por vencer la empalizada que sigue separando el espacio que representan Domènech y la alcaldesa Ada Colau del espacio independentista. Los 'comuns' son favorables a un referéndum, pero no vislumbran cómo Puigdemont va a poder llevar a cabo la consulta unilateral anunciada con garantías y sin sacrificar la legitimidad.
Claramente el espacio de complicidad entre unos y otros es la razón democrática que sustenta la demanda de un referéndum y, consigo, la censura al ‘establishment’ político español, el llamado ‘régimen del 78’. Señalan los sondeos de que disponemos que entre los votantes de los ‘comuns’ existe división de criterios sobre la independencia. En cambio, los partidarios de consultar a los ciudadanos son una aplastante mayoría.
El soberanismo, decíamos, tiene como objetivo el referéndum. El independentismo, ganarlo. Quizás paradójicamente, una de las mejores bazas de los primeros para lograr el triunfo es hacer que los segundos sean muchos. Que cada día sean más.
¿Por qué los independentistas necesitan que los partidarios del referéndum –del anunciado para el primero de octubre u de otro en el futuro- sean tantos como sea posible? Primero, porque es evidente que a más soberanismo más posibilidades para los independentistas de acabar ganando la partida. Y, segundo, porque es la participación, la cantidad de personas que se acerquen a las urnas, lo que, a la postre, ha de otorgar auténtica legitimidad a la votación.
Que el PSOE haya asumido la plurinacionalidad del Estado -reconociendo algo tan obvio como que las ‘nacionalidades’ que aparecen en la Constitución no son otra cosa que naciones- es una buena noticia. El PP y Ciudadanos quedan un poco más aislados en su visceral intransigencia, mientras que se convierte en un poco más engorroso negar el derecho de los catalanes, de la nación catalana, a pronunciarse sobre el mañana.
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