Dos miradas

Desde el balcón

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Hace años, el Viernes Santo el balcón de casa se llenaba de amigos y familiares que venían a ver la procesión. Mis padres no cobraban alquiler sino que más bien tenían que invertir en la visita una determinada cantidad de dinero: invitaban a buñuelos y a moscatel, que es un vinito que incluso por Semana Santa se podía beber sin prescripción sacerdotal. No quiero comparar el balcón de mis padres con los de las calles Provença o Mallorca con vistas a la fachada del Nacimiento, pero el caso es que tienen cierto parecido. Todos los balcones se asemejan y, en este caso, coinciden en que se trata de un asunto religioso que es tratado como un espectáculo. La diferencia, por supuesto, es que en Girona desfilaban penitentes encapuchados y que, en Barcelona, el 7 de noviembre, actuará el Santo Padre. Es comprensible, pues, que los balcones que dan a la Sagrada Família generen una expectativa de negocio.

Entre todas las ofertas, yo me quedo con una que ofrece vistas a la mona de Pascua de la fachada de la Pasión y que incluye «derecho a televisión y al servicio». O sea, si la alquilas y no lo ves suficientemente bien, siempre te queda el recurso de la retransmisión en directo y, además, puedes ir a hacer un pipí a la media parte. Y también con otra que, como reclamo, propone una habitación de matrimonio para pasar la noche del 6 con desayuno incluido. La pregunta es: ¿qué tipo de intimidad estará permitida en fechas tan señaladas?