ANÁLISIS

Iniesta, el pariente lejano de Hierro

Si a De Gea no se le podía dejar tirado, porque "esto es una familia y es uno de los nuestros", el manchego debe ser un pariente lejano a ojos del seleccionador accidental

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Sònia Gelmà

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Como si fuera uno más. Fernando Hierro decidió que Andrés Iniesta fuera suplente en su último partido de su último mundial como una decisión táctica más, en busca de un resultado. Lo lucieron orgullosos mientras brilló, pero el día en que su luz ya era algo más intermitente, Hierro le trató como si no fuera una figura internacional indiscutible, como si no hubiera sido el hombre que dio un Mundial a un país que no tiene ningún otro. Porque a De Gea no se le podía dejar tirado, porque "esto es una familia y es uno de los nuestros", pero el manchego debe ser un pariente lejano. 

Lo peor de la elección de Hierro es que la titularidad de Iniesta no era ninguna limosna, la irregularidad del manchego no era peor que la de sus compañeros. La actuación de su sustituto, Asensio, anodina, deja en evidencia que la decisión era cuestionable. El problema no era Iniesta. Y ante la duda, hablamos de un emblema, de un futbolista que ha sido despedido durante dos meses ovación tras ovación por todos los campos de España y que aún tiene más calidad en sus botas que cualquiera de los aspirantes a sucederle.

Como a Xavi en Brasil

Iniesta acaba allí donde empezó, en una carrera cíclica, como la pieza más fácil de eliminar cuando aparecen las dudas. Se hartó de escuchar en sus inicios que no era compatible con Xavi, porque tanto talento junto era incomprensible para aquellos que habían aprendido el dogma de que un interior podía ser bajito y talentoso, pero dos era excesivo.

El fútbol es obstinado y les llevó la contraria. Y callaron, hasta que el engranaje falló y llegó el momento clave. Y cuando el equipo no va, el sospechoso es siempre el mismo, sentemos el talento para añadirle fuerza. Vivió lo mismo Xavi en Brasil, y también el resultado fue el mismo. Y también el de Terrassa se despidió con la sensación de ser ninguneado en el último momento.  

Iniesta es uno de esos jugadores que trascenderá, y solo por eso ya debería ser intocable. Como lo era Pirlo en aquella Juve que jugó la final de la Champions del 2015 contra el Barça. En su club había quien pensaba que su titularidad condicionaba su juego, que quizás con un centrocampista más joven y potente tenían más opciones de ganar aquel título. Probablemente aquel Barça con un tridente en plenitud les hubiera ganado aquella final con o sin Pirlo, pero ni se plantearon la suplencia de su líder. La Juve perdió aquella final, pero despidió a su leyenda como merecía. Es cuestión de elecciones, como todo en la vida.

Para Hierro, Andrés Iniesta debía ser un pariente lejano que vino de visita, así que acabada la visita por compromiso, al seleccionador le dio pereza llevarlo de vuelta al aeropuerto y lo mandó en autobús. Porque Iniesta es ese pariente que sabes que luego no va a ir explicando a la familia que ni siquiera te acercaste a enseñarle Montserrat. Hay deudas morales que deben respetarse, porque sacrificarlas no garantiza la victoria. Lo único que asegura es el sabor amargo de un adiós mal resuelto. Iniesta merecía otro final.