NÓMADAS Y VIAJANTES

Demócratas en regresión

El senador electo por Alabama, Doug Jones.

El senador electo por Alabama, Doug Jones. / AFP / MARK WALLHEISER

Ramón Lobo

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Roy Moore le cuesta reconocer su derrota en Alabama, estado en el que aspiraba a un escaño en el Senado. La victoria de Doug Jones es la primera de un candidato demócrata en 25 años. La ventaja del Partido Republicano en la Cámara alta se ha reducido a uno (más el voto del vicepresidente, Mike Pence).

El derrotado ve conspiraciones para explicar su revés y habla de Dios con una pasión inusitada que se explicaría porque está inmerso en acusaciones de acoso sexual a una mujer cuando era menor de edad. No puede exigir un recuento oficial porque la ley del Estado establece como requisito una diferencia del 0,5% o menos, y en este caso es del 1,5%.

El comportamiento de Moore, su cinismo y sus presuntos acosos le han privado de una victoria que pertenecía al Partido Republicano casi por derecho natural. El apoyo de Donald Trump no ha servido de mucho. Su derrota es, de alguna manera, una derrota del presidente. Tampoco le ha servido manejar el doble de fondos. El dinero de sus donantes no ha mejorado su discurso.

Trump también ha tenido sus devaneos, no con menores que se sepa, pero sí sexuales en los que se deduce, porque él lo admitió en un conversación en un autobús con Billy Bush, que se aprovechaba de su posición de poder. La grabación fue un escándalo durante la campaña. Pidió perdón por sus comentarios machistas, pero ahora dice que no está seguro de que sea él y habla de manipulación. En un año ha aprendido a decir que todo es 'fake news'.

Silencio cómplice

El caso Moore no hubiera tenido el mismo eco sin la existencia de otro que ha hecho temblar las estructuras del cine en EEUU, el del súper productor Harvey Weinstein. No es un ambiente remoralizador ni carca, sino otro más libre que permite a las mujeres describir sus infiernos. El machismo anida en el poder impune y en el silencio cómplice de otros machos.

La polarización ha movilizado el voto negro, que fue decisivo. Lo mismo que el hispano hace un mes en Virginia. El Partido Demócrata se ha encontrado con victorias inesperadas en su 'annus horribilis', cuando aún no han terminado de procesar la derrota presidencial del año pasado.

Lo ocurrido en Alabama y Virginia tiene señales positivas: se puede derrotar a los candidatos de Trump, (y tal vez al mismo Trump) y es posible movilizar el voto de las minorías. Solo hay que empezar a hablar de sus problemas reales y no de generalidades huecas, un discurso en el que parece instalada la política en los últimos años, también en España.

La mayoría de los asesores del Partido Demócrata suelen ser blancos incapaces de pensar más allá de su estilo de vida  y de los estereotipos sobre los demás que les fabrica la televisión. Para hablar de pobreza hay que tener polvo en los zapatos, vivir de cerca los problemas de negros e hispanos, de los pobres. Los demócratas parecen haber encontrado un discurso local.

Casa de cristal

Lo ocurrido en Alabama tiene otras lecturas preocupantes. El discurso del 'fake news' llega al corazón mismo de la democracia: al respeto de los resultados electorales. Una cosa es declarar noticia falsa una información que no gusta al afectado, más allá de que sea cierta o no, y otra es denunciar un pucherazo cuando se pierden unas elecciones. ¿Va a llegar EEUU, u otros países del primer mundo, a tener dos candidatos que reclaman la victoria?

Quizá sea una manera de acabar con la brecha democrática. En vez de exigir a Honduras, por poner un ejemplo, que asuma nuestro nivel de pulcritud democrática, nosotros bajamos al suyo. Se trata de una ironía, claro. Una democracia sana no solo se mide en la seriedad de sus escrutinios, la democracia se mide cada día en unas instituciones que funcionan, en la igualdad ante la ley, en la capacidad del sistema de expulsar a sus indeseables de puestos de mando, sean ladrones o depredadores sexuales. Una democracia debe ser una casa de cristal.

La política se inventó para dar una solución a los problemas de la gente. Esa era la base de todo en la Grecia antigua. Con el uso, la impunidad y el hundimiento del valor de la verdad, hemos pasado a una política ruidosa que se dedica a crear problemas donde nos los había, o a agravar los existentes como sucede en España. Se ha sustituido la razón como motor supremo por la emoción y la simplicidad del discurso. Ocurre en los EEUU de Trump y ocurre aquí, en nuestra propia casa.